Noche de
terror
Las historias de terror que
escuchaba en mi niñez y parte de
mi juventud, eran muy fascinantes y escalofriantes. En las conversaciones familiares
nocturnas, eran infaltables. ¡Fijate! …Dicen que por las noches sale el muerto,
también sale la cosa mala y el duende
ensombrerado… Al escuchar los primeros relatos se nos venían a nuestra
imaginación y recreábamos a aquellos personajes alucinándolos de manera
fantasmagórica. Nosotros cada vez más no pegábamos a nuestro padre, madre o
hermano mayor, evitando mirar hacia la oscuridad que nos rodeaba. El relato transcurría, nuestra cabeza cada
vez iba pesando más y más; nosotros muy concentrados no desprendíamos la mirada
del relator y cada vez alucinábamos más. Estas historias se repetían de manera muy frecuente antes o
después de la merienda, porque esa era la manera de mantenernos entretenidos y
educarnos tradicionalmente, formarnos en valores y ser precavidos en la vida.
Al término de las narraciones, nadie quería moverse a su cuarto a descansar,
todos los menores querían que no los dejen solos, porque a su mente volvía los
recuerdos sintiendo temor irreversible.
Un gran amigo me conto una de esas historias alucinantes que
he tratado de recrear a través de esta líneas. En el pueblo de Frías, en tiempos cuando la luz de la hidroeléctrica de
El Común alumbraba temporalmente solo cuando había lluvias de invierno, sucedió
algo muy alucinante y fantasioso. Una noche como todas cuando solo alumbraban
algunos mechones de las casitas de barro con techo de teja. Allá cuando el frío
hacía tiritar a más de un parroquiano, que con su poncho de lana y su botella
de cañazo se cobijaba en alguna esquina o rincón de las calles solitarias. La
luz de las luciérnagas se notaba a penas en la negra noche que era envuelta por
el manto de páramo que la hacía más terrorífica. En el pueblo solo se escuchaba
algunos yaravíes y carcajadas a lo lejos de alguna cantina refundida.
A estas horas los pretendientes aprovechaban para visitar y
conversar con su amada. Los jóvenes enamorados con tal de ver de manera ilícita
o formal buscaban la forma de encontrarse con su amada, logrando pasar muchos obstáculos y dejando de
lado los recuerdos de miedo de su niñez.
Miguel, un joven enamorado tuvo que pasar el mayor susto de su vida que casi lo
lleva a la locura. Después de haber compartido algunas copas de licor con sus
amigos, se da cita a ver a su enamorada afuera de su casa. Junto a ella, pasó
un grato momento, al parecer el dialogo se convertía más ameno ya que estaba
sazonado por algunas copas de licor y las palabras de galanteo se mezclaban junto al sonido de las gotas que
caían del techo de teja se su casa. Ya cerca de las doce de la noche, el
afortunado tuvo que retirarse por la calle desolada de siempre. Prendió la
linterna y se despidió de su amada. En ese instante volvió a la realidad y a su
instinto llegó un silbido muy fino penetrándole la cien. Volvieron a su mente
esos recuerdos de las más alucinantes historias de terror que sus familiares y
sus compañeros le platicaban en largas
conversaciones. El empezó a caminar por la bajada de la empedrada calle junto a
los pircos que servían de vereda a las viejas casonas del pueblo. Conforme
avanzaba los recuerdos se les hacían más pesados. El frío penetrante y la
neblina tiritaban su delgado cuerpo. En la oscuridad de la noche solo se
escuchaba el canto leve de los grillos, los aullidos lejanos de los perros
callejeros y las pequeñas gotas que escurrían del techo de teja de las
casuchas. Unas risas de niños que jugaban interrumpieron la luz de la linterna que
alumbraba el empedrado y por querer investigar que sucedía la luz del foco se
apagó y ante tanta insistencia por
hacerla funcionar la luz no respondía, intentando cada vez más nervioso
prenderla. El pavor se apoderó más y más de Miguel que después de tanto intento
la luz de la linterna prendió siguiendo su rumbo a la casa donde se encontraba
de pensión. El camino parecía interminable, parece que había sido trasladado a
otra dimensión. Después de algunos metros de caminata, Miguel de reojo alcanza
a ver una sombra que hacía juego con la luz de la linterna, logró ver la forma
de un niño y que cada vez se hacía más grande. Sin hacer caso a lo que sucedía
sigue su camino dando pasos más largos y caminando cada vez más rápido; él
sentía que lo seguían con ganas de enfrentarlo y él no miraba atrás.
A tanta insistencia y desesperadamente alcanza a alumbrar y
ve que eran dos pequeñitos ensombrerados. Eran duendes, de los que tanto en su
niñez le había hablado y que causaban mucha admiración y curiosidad. Como
sabemos los duendes son espíritus de la naturaleza y son muy traviesos y les
llama más la atención estar en contacto con los humanos, es por eso que se
acercan más a nosotros y hay más experiencias y a través del tiempo se han
convertido en fantásticas leyendas. Ellos suelen visitar nuestras casas, y si
la energía de nuestros hogares les parece cómoda, podrían quedarse con
nosotros. Los espíritus de la naturaleza y los seres del plano en el que
habitan ellos se alimentan de la energía que emana los sentimientos de las
personas, por lo que si en tu hogar hay malos sentimientos o pensamientos,
atraerás seres que se sienten cómodos con esa energía, y pueden ser duendes que
hacen travesuras bastante desagradables.
Miguel alcanzó a alumbrar y vio que tenían cara de adulto,
su tez bastante arrugados, sus brazos y manos muy gruesas y aparentando
semblante de querer llamar la atención de los parroquianos que deambulaban por
las oscuras calles. Miguel instintivamente corrió desesperadamente dejando
tirando la linterna y todo atrás. Tocó rápidamente la puerta de la pensión
donde habitaba, los dueños abrieron
encontrando a Miguel pálido y botando espuma por la boca. Miguel
deliraba y hablaba incoherencias queriendo contar lo sucedido. Los dueños
rápidamente corrieron a traer agua bendita, agua de azahares y otros remedios
para darle de beber. Miguel no respondía, solo seguía emitiendo sonidos no
entendibles. Al poco rato el joven muchacho volvió en sí. Llegando a contar lo
sucedido. Posteriormente Miguel solo iba a ver a su enamorada más temprano y
regresaba antes de las horas pesadas. Esta historia es una de las tantas que
han pasado en Frías, pueblo mágico y lleno de muchas historias y leyendas
ancestrales y populares.
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