domingo, 24 de enero de 2016


Noche de terror

Las historias de terror que  escuchaba  en mi niñez y parte de mi juventud, eran muy fascinantes y escalofriantes. En las conversaciones familiares nocturnas, eran infaltables. ¡Fijate! …Dicen que por las noches sale el muerto, también sale  la cosa mala y el duende ensombrerado… Al escuchar los primeros relatos se nos venían a nuestra imaginación y recreábamos a aquellos personajes alucinándolos de manera fantasmagórica. Nosotros cada vez más no pegábamos a nuestro padre, madre o hermano mayor, evitando mirar hacia la oscuridad que nos rodeaba.  El relato transcurría, nuestra cabeza cada vez iba pesando más y más; nosotros muy concentrados no desprendíamos la mirada del relator y cada vez alucinábamos más. Estas historias se  repetían de manera muy frecuente antes o después de la merienda, porque esa era la manera de mantenernos entretenidos y educarnos tradicionalmente, formarnos en valores y ser precavidos en la vida. Al término de las narraciones, nadie quería moverse a su cuarto a descansar, todos los menores querían que no los dejen solos, porque a su mente volvía los recuerdos sintiendo temor irreversible.
Un gran amigo me conto una de esas historias alucinantes que he tratado de recrear a través de esta líneas. En el pueblo  de Frías, en  tiempos cuando la luz de la hidroeléctrica de El Común alumbraba temporalmente solo cuando había lluvias de invierno, sucedió algo muy alucinante y fantasioso. Una noche como todas cuando solo alumbraban algunos mechones de las casitas de barro con techo de teja. Allá cuando el frío hacía tiritar a más de un parroquiano, que con su poncho de lana y su botella de cañazo se cobijaba en alguna esquina o rincón de las calles solitarias. La luz de las luciérnagas se notaba a penas en la negra noche que era envuelta por el manto de páramo que la hacía más terrorífica. En el pueblo solo se escuchaba algunos yaravíes y carcajadas a lo lejos de alguna cantina refundida.

A estas horas los pretendientes aprovechaban para visitar y conversar con su amada. Los jóvenes enamorados con tal de ver de manera ilícita o formal buscaban la forma de encontrarse con su amada,  logrando pasar muchos obstáculos y dejando de lado los recuerdos de miedo de su  niñez. Miguel, un joven enamorado tuvo que pasar el mayor susto de su vida que casi lo lleva a la locura. Después de haber compartido algunas copas de licor con sus amigos, se da cita a ver a su enamorada afuera de su casa. Junto a ella, pasó un grato momento, al parecer el dialogo se convertía más ameno ya que estaba sazonado por algunas copas de licor y las palabras de galanteo  se mezclaban junto al sonido de las gotas que caían del techo de teja se su casa. Ya cerca de las doce de la noche, el afortunado tuvo que retirarse por la calle desolada de siempre. Prendió la linterna y se despidió de su amada. En ese instante volvió a la realidad y a su instinto llegó un silbido muy fino penetrándole la cien. Volvieron a su mente esos recuerdos de las más alucinantes historias de terror que sus familiares y sus compañeros le platicaban  en largas conversaciones. El empezó a caminar por la bajada de la empedrada calle junto a los pircos que servían de vereda a las viejas casonas del pueblo. Conforme avanzaba los recuerdos se les hacían más pesados. El frío penetrante y la neblina tiritaban su delgado cuerpo. En la oscuridad de la noche solo se escuchaba el canto leve de los grillos, los aullidos lejanos de los perros callejeros y las pequeñas gotas que escurrían del techo de teja de las casuchas. Unas risas de niños que jugaban interrumpieron la luz de la linterna que alumbraba el empedrado y por querer investigar que sucedía la luz del foco se apagó y  ante tanta insistencia por hacerla funcionar la luz no respondía, intentando cada vez más nervioso prenderla. El pavor se apoderó más y más de Miguel que después de tanto intento la luz de la linterna prendió siguiendo su rumbo a la casa donde se encontraba de pensión. El camino parecía interminable, parece que había sido trasladado a otra dimensión. Después de algunos metros de caminata, Miguel de reojo alcanza a ver una sombra que hacía juego con la luz de la linterna, logró ver la forma de un niño y que cada vez se hacía más grande. Sin hacer caso a lo que sucedía sigue su camino dando pasos más largos y caminando cada vez más rápido; él sentía que lo seguían con ganas de enfrentarlo y él no miraba atrás.
A tanta insistencia y desesperadamente alcanza a alumbrar y ve que eran dos pequeñitos ensombrerados. Eran duendes, de los que tanto en su niñez le había hablado y que causaban mucha admiración y curiosidad. Como sabemos los duendes son espíritus de la naturaleza y son muy traviesos y les llama más la atención estar en contacto con los humanos, es por eso que se acercan más a nosotros y hay más experiencias y a través del tiempo se han convertido en fantásticas leyendas. Ellos suelen visitar nuestras casas, y si la energía de nuestros hogares les parece cómoda, podrían quedarse con nosotros. Los espíritus de la naturaleza y los seres del plano en el que habitan ellos se alimentan de la energía que emana los sentimientos de las personas, por lo que si en tu hogar hay malos sentimientos o pensamientos, atraerás seres que se sienten cómodos con esa energía, y pueden ser duendes que hacen travesuras bastante desagradables.

Miguel alcanzó a alumbrar y vio que tenían cara de adulto, su tez bastante arrugados, sus brazos y manos muy gruesas y aparentando semblante de querer llamar la atención de los parroquianos que deambulaban por las oscuras calles. Miguel instintivamente corrió desesperadamente dejando tirando la linterna y todo atrás. Tocó rápidamente la puerta de la pensión donde habitaba, los dueños abrieron  encontrando a Miguel pálido y botando espuma por la boca. Miguel deliraba y hablaba incoherencias queriendo contar lo sucedido. Los dueños rápidamente corrieron a traer agua bendita, agua de azahares y otros remedios para darle de beber. Miguel no respondía, solo seguía emitiendo sonidos no entendibles. Al poco rato el joven muchacho volvió en sí. Llegando a contar lo sucedido. Posteriormente Miguel solo iba a ver a su enamorada más temprano y regresaba antes de las horas pesadas. Esta historia es una de las tantas que han pasado en Frías, pueblo mágico y lleno de muchas historias y leyendas ancestrales y populares.

 

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