domingo, 24 de enero de 2016


¡Hay cucos malos!

                Es deprimente ver invadida nuestra patria por gente extraña, mirar desde la impotencia como soldados desconocidos abusan de nuestra gente humilde, pidiendo como cupos de guerra animales y productos que con tanto esfuerzo han logrado tener. No es fácil aceptar que ante la ineptitud de nuestras autoridades derramen su sangre muchos compatriotas aguerridos. No debemos aceptar que nunca más mancillen nuestro honor gente que no comparte nuestros mismos símbolos  y riquezas.

Durante el tiempo que se realizó la guerra con el país sureño sucedieron muchos acontecimientos, muchas vidas de mujeres, hombres y niños se sacrificaron para no ver a su patria invadida y mutilada por las fuerzas chilenas. Con ese gran espíritu de peruanidad enfrentábamos cada día a los invasores, aunque con menor capacidad bélica, pero enfrentábamos la situación. Dentro de este marco sucede un acontecimiento que hasta la fecha se ha trasmitido y que enaltece a más de un friano.

Allá por los años 1883, cuando los chilenos invadieron la serranía de Piura al mando del general Torres, el cual era un jefe déspota y sin sentimientos, hacía los que se le  antojaba en todo pueblo que entraba, pedía que le sacrificarán algún animal para calmar el hambre de sus soldados, en otros casos más abusivos agarraba a la fuerza a cual mujer  se le presentase. Las tropas  que iban en busca de cupos de guerra no les interesaban  el sufrimiento que causaban. La gente de Frías ya habían tenido noticias que por la zona de Santo Domingo y Chalaco valientes hombres se habían enfrentado quedando muchas bajas en ambas partes, los Chalaqueños habían luchado fuertemente en la famosa “quebrada de la guerra”, de la cual había salido airosos, haciendo  temblar a las tropas sureñas.

             Los fríanos  al mando de Don Lorenzo Córdova Mejía habían formado las famosas “montoneras”, que con hondas o guaracas, machetes, palanas, chavetas, incluso algunos con carabinas y enormes rocas, se atrincheraron estratégicamente en las faldas de los cerros de Mastrante, letreros y Yapiay, lugares ubicados a pocos minutos del pueblo de Frías. Junto con otros hombres  se alistaron para el combate como don Ricardo Alvarado, Zoilo Castillo, Santos Jara Sebastián Siancas,  y  su esposa Gertrudis  Erazo, Manuel Monje, Parcemón Aguilar, Plácido Córdova, Marcos García, Manuel Berrú, Juan Campos Córdova,  y su hermano de madre Pilar Julca Córdova y muchos otros hombres valientes.  Los valerosos hombres hicieron retroceder a los invasores.

            Airado  por el revés sufrido, el coronel Carvallo, dispuso un destacamento de 300 efectivos de infantería y caballería, al mando del capitán Torres, partieron a someter a los valientes fríanos. Ante las fuerzas superiores a sus efectivos, los fríanos se retiraron al interior de sus montañas permaneciendo en el pueblo un reducido grupo de habitantes.

            Sin resistencia alguna, el 30 de setiembre de 1883, el comandante Torres y sus soldados ingresaron al pueblo, lo saquearon, no respetaron ni siquiera el templo de San Andrés de Frías, a los hombres y mujeres que permanecieron en él los sometieron a humillaciones vergonzosas. Versiones que hasta se cuentan encerradas en la tradición  dicen que Don Sebastián Siancas, natural de este pueblo, fue hecho prisionero y cierto  día en que su esposa se dirigía a la iglesia para verlo, fue hecha prisionera y llevada ante un oficial chileno para ser ultrajada. Ante  este hecho la señora Gertrudis  llena de ira, aplica una certera puñalada en el abdomen del oficial, quien muere en el acto; los chilenos como represalia, fusilan en la puerta de la parroquia a don Sebastián Siancas  y a su esposa.

            Fueron muchas cosas que sucedieron durante la estadía de los chilenos en nuestra tierra, la guarnición se había acuartelado en el antiguo templo, hecho de enormes adobes y techado por la roja y tradicional teja. En otra ocasión sucedió algo muy singular, cuentan que un señor de apellido Vaca, por temor a que fuera apresado, se había escondido en el templo del pueblo, detrás del  altar  mayor donde se encontraba la imagen del patrón San Andrés, cuando un  soldado chileno  se dirigía a  profanar la “Custodia” de oro y otros objetos de valor, no pudieron por lo que el temeroso  señor se puso muy nerviosos al pensar que alguna cosa mala le pasaría y el altar empezó a  moverse, dándole la impresión que los santos se habían enfurecido por los actos que estaban cometiendo; el chileno al ver esto dijo: -¡Dios está molesto, no hagamos esto¡ ¡Hay cucos malos!  Y es así que se libra la custodia y el humilde señor Vaca.

            Durante el lapso que los chilenos habitaron en el pueblo de San Andrés cometieron muchos crímenes, llegando a causar muertes de muchos niños. Los pobladores dicen enterraron muchos cuerpos de niños inofensivos y hasta hoy sus almas en pena buscan el descanso eterno y otros adoptan el cuerpo de pequeños y  traviesos adultos que les gusta jugar con los niños que no han recibido el agüita bendita, ni han sido bautizados. Personas adultas dicen que por la parte donde se encuentra la casa de las hermanas religiosas, casi toda esa manzana, antiguamente fue un cementerio provisional que los chilenos utilizaron.

            Versiones que se han trasmitido de manera oral  dicen que después de mucho tiempo los chilenos se retiraron del pueblo San Andrés de Frías y en el trayecto a la ciudad de Chulucanas una familia de apellido Palacios, que se dedicaba a la venta de chicha de jora, había preparado un  poco de bebida con veneno la cual les dio de beber a los chilenos y para que no sospechen ellos también bebieron, muriendo así  los invasores y la familia Palacios. Aun son recordados por su gran sacrificio y hazaña en honor a su patria el Perú.

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