CUENTOS Y LEYENDAS DE PIURA: Leyenda del Conde de Frías
Loschinchacharas, Huami...: Leyenda del Conde de Frías Los chinchacharas, Huamingas y Tujes, fueron etnias que antecedieron al pueblo friano; cada uno de ellos c...
En este blog encontraras muchas historias fascinantes que a través del tiempo se han trasmitido de generación en generación usando un lenguaje literario natural y popular. Se tiene como objetivo principal dar a conocer a través de la literatura popular cuan rico es nuestra cultura piurana. Podrás encontrar cuentos y leyendas del Alto, medio y Bajo Piura escrito por narradores de mucha experiencia, asi como los que se están iniciando en este bello arte, como es la literatura.
lunes, 25 de enero de 2016
domingo, 24 de enero de 2016
La mujer
de blanco
Las fantásticas y
escalofriantes historias de las viudas, las mujeres de blanco, las novias se escuchan en casi todo el mundo, la
forma como han sido trasmitidas esas leyendas hacen pensar que pareciera
verdad, incluso han sido llevadas hasta la televisión. El pueblo de Frías fue
escenario de algo parecido, hace muchos años atrás, cuando el pueblo todavía se
alumbraba con mechones, velas y petromax, debido a que la luz de la
hidroeléctrica funcionaba de manera temporal. En las solitarias y frías noches, cuando la neblina cubría
parte de las calles del pueblo, las luciérnagas hacian delirar y temblar a
cualquier parroquiano que cegado por algunas copas de licor, imaginaban el
bulto negro que deja en su prender y apagar. Es el muerto dicen muy asustados.
En una de esas incontables noches varias personas pregonaban haber visto
aparecer a una mujer vestida de blanco, con la mirada hacia el suelo, pelo
largo y que empezaba a recorrer parte del pueblo. Decían que la encontraban parada en la puerta de lo que
hoy es el templo “San Andrés”, de pronto se elevaba como si estuviera volando y
recorría la plazuela siguiendo su trayecto hacia las instalaciones del viejo
palacio municipal, que en ese tiempo se denominaba cabildo y que estaba
construido de madera, adobe y algunas partes de concreto y que sirvió a la
hacienda como lugar para ubicar el cepo y poder castigar a los peones que no
aportaban a los terratenientes.
Son muchas versiones que
se han transmitido sobre aquel insólito suceso. Cuentan que en una ocasión un empleado, que en aquellos tiempos cuidaba
el longevo local del municipio, antiguamente el cabildo, junto con su hijo en
una noche solitaria escuchó pasos muy fuertes
y bien marcados que recorrían el piso de madera. Los asustados vigilantes, pensando
que eran ladrones, con mucho temor se arrimaron en una de las paredes de madera.
Disimuladamente alcanzaron a ver que una mujer que recorría los pasadizos yendo
y viniendo y de pronto desaparecía. Las mentes de los infortunados guardianes
yacían en un manto de temor y hacía que su cuerpo se les pusiera como piel de
gallina. Ellos muy asustados corrieron donde sus familiares a contar lo
sucedido.
En otra oportunidad,
cuentan que un ex alcalde, ya encomendado en la gloria del Señor,
al promediar las seis de la tarde, la neblina no dejaba ver más allá de
nuestra nariz y el frío inmenso invitaba a cobijarse más, cuando ya culminaba
su ardua labor despidió a su secretaria de cabecera y pidió que dejara cerrando
que ya regresaría, entonces saliendo de la puerta pasando por el antiguo puente
que unía con la plaza vio pasar una señora cabeza baja, él la saludó pero se extrañó al ver que la
mujer ni siquiera le contestó, regreso a
mirarla y vio que ella se dirigía a la oficina donde atendía la secretaria. Él
se regresó para averiguar quién era preguntándole a la secretaria donde estaba
la mujer ,la cual le contesto que ella no había visto entrar a nadie, el jefe
edil le replicó que clarito había visto entrar a una mujer, resaltando que él
no estaba loco ni borracho.
Así varias personas se han
encontrado con misteriosos casos. En las sólidas noches la gente recuerda
aquellos relatos y caminan con mucho cuidado acompañados, otros no se
emborrachan y van a su casa antes de la media noche.
Noche de
terror
Las historias de terror que
escuchaba en mi niñez y parte de
mi juventud, eran muy fascinantes y escalofriantes. En las conversaciones familiares
nocturnas, eran infaltables. ¡Fijate! …Dicen que por las noches sale el muerto,
también sale la cosa mala y el duende
ensombrerado… Al escuchar los primeros relatos se nos venían a nuestra
imaginación y recreábamos a aquellos personajes alucinándolos de manera
fantasmagórica. Nosotros cada vez más no pegábamos a nuestro padre, madre o
hermano mayor, evitando mirar hacia la oscuridad que nos rodeaba. El relato transcurría, nuestra cabeza cada
vez iba pesando más y más; nosotros muy concentrados no desprendíamos la mirada
del relator y cada vez alucinábamos más. Estas historias se repetían de manera muy frecuente antes o
después de la merienda, porque esa era la manera de mantenernos entretenidos y
educarnos tradicionalmente, formarnos en valores y ser precavidos en la vida.
Al término de las narraciones, nadie quería moverse a su cuarto a descansar,
todos los menores querían que no los dejen solos, porque a su mente volvía los
recuerdos sintiendo temor irreversible.
Un gran amigo me conto una de esas historias alucinantes que
he tratado de recrear a través de esta líneas. En el pueblo de Frías, en tiempos cuando la luz de la hidroeléctrica de
El Común alumbraba temporalmente solo cuando había lluvias de invierno, sucedió
algo muy alucinante y fantasioso. Una noche como todas cuando solo alumbraban
algunos mechones de las casitas de barro con techo de teja. Allá cuando el frío
hacía tiritar a más de un parroquiano, que con su poncho de lana y su botella
de cañazo se cobijaba en alguna esquina o rincón de las calles solitarias. La
luz de las luciérnagas se notaba a penas en la negra noche que era envuelta por
el manto de páramo que la hacía más terrorífica. En el pueblo solo se escuchaba
algunos yaravíes y carcajadas a lo lejos de alguna cantina refundida.
A estas horas los pretendientes aprovechaban para visitar y
conversar con su amada. Los jóvenes enamorados con tal de ver de manera ilícita
o formal buscaban la forma de encontrarse con su amada, logrando pasar muchos obstáculos y dejando de
lado los recuerdos de miedo de su niñez.
Miguel, un joven enamorado tuvo que pasar el mayor susto de su vida que casi lo
lleva a la locura. Después de haber compartido algunas copas de licor con sus
amigos, se da cita a ver a su enamorada afuera de su casa. Junto a ella, pasó
un grato momento, al parecer el dialogo se convertía más ameno ya que estaba
sazonado por algunas copas de licor y las palabras de galanteo se mezclaban junto al sonido de las gotas que
caían del techo de teja se su casa. Ya cerca de las doce de la noche, el
afortunado tuvo que retirarse por la calle desolada de siempre. Prendió la
linterna y se despidió de su amada. En ese instante volvió a la realidad y a su
instinto llegó un silbido muy fino penetrándole la cien. Volvieron a su mente
esos recuerdos de las más alucinantes historias de terror que sus familiares y
sus compañeros le platicaban en largas
conversaciones. El empezó a caminar por la bajada de la empedrada calle junto a
los pircos que servían de vereda a las viejas casonas del pueblo. Conforme
avanzaba los recuerdos se les hacían más pesados. El frío penetrante y la
neblina tiritaban su delgado cuerpo. En la oscuridad de la noche solo se
escuchaba el canto leve de los grillos, los aullidos lejanos de los perros
callejeros y las pequeñas gotas que escurrían del techo de teja de las
casuchas. Unas risas de niños que jugaban interrumpieron la luz de la linterna que
alumbraba el empedrado y por querer investigar que sucedía la luz del foco se
apagó y ante tanta insistencia por
hacerla funcionar la luz no respondía, intentando cada vez más nervioso
prenderla. El pavor se apoderó más y más de Miguel que después de tanto intento
la luz de la linterna prendió siguiendo su rumbo a la casa donde se encontraba
de pensión. El camino parecía interminable, parece que había sido trasladado a
otra dimensión. Después de algunos metros de caminata, Miguel de reojo alcanza
a ver una sombra que hacía juego con la luz de la linterna, logró ver la forma
de un niño y que cada vez se hacía más grande. Sin hacer caso a lo que sucedía
sigue su camino dando pasos más largos y caminando cada vez más rápido; él
sentía que lo seguían con ganas de enfrentarlo y él no miraba atrás.
A tanta insistencia y desesperadamente alcanza a alumbrar y
ve que eran dos pequeñitos ensombrerados. Eran duendes, de los que tanto en su
niñez le había hablado y que causaban mucha admiración y curiosidad. Como
sabemos los duendes son espíritus de la naturaleza y son muy traviesos y les
llama más la atención estar en contacto con los humanos, es por eso que se
acercan más a nosotros y hay más experiencias y a través del tiempo se han
convertido en fantásticas leyendas. Ellos suelen visitar nuestras casas, y si
la energía de nuestros hogares les parece cómoda, podrían quedarse con
nosotros. Los espíritus de la naturaleza y los seres del plano en el que
habitan ellos se alimentan de la energía que emana los sentimientos de las
personas, por lo que si en tu hogar hay malos sentimientos o pensamientos,
atraerás seres que se sienten cómodos con esa energía, y pueden ser duendes que
hacen travesuras bastante desagradables.
Miguel alcanzó a alumbrar y vio que tenían cara de adulto,
su tez bastante arrugados, sus brazos y manos muy gruesas y aparentando
semblante de querer llamar la atención de los parroquianos que deambulaban por
las oscuras calles. Miguel instintivamente corrió desesperadamente dejando
tirando la linterna y todo atrás. Tocó rápidamente la puerta de la pensión
donde habitaba, los dueños abrieron
encontrando a Miguel pálido y botando espuma por la boca. Miguel
deliraba y hablaba incoherencias queriendo contar lo sucedido. Los dueños
rápidamente corrieron a traer agua bendita, agua de azahares y otros remedios
para darle de beber. Miguel no respondía, solo seguía emitiendo sonidos no
entendibles. Al poco rato el joven muchacho volvió en sí. Llegando a contar lo
sucedido. Posteriormente Miguel solo iba a ver a su enamorada más temprano y
regresaba antes de las horas pesadas. Esta historia es una de las tantas que
han pasado en Frías, pueblo mágico y lleno de muchas historias y leyendas
ancestrales y populares.
Leyenda del Conde de Frías
Los
chinchacharas, Huamingas y Tujes, fueron etnias que antecedieron al pueblo
friano; cada uno de ellos con características particulares; los primeros eran
solidarios, colaborativos y muy pasivos, aferrados a la madre naturaleza y se
dedicaban a la crianza de venados, auquénidos y otros animales silvestres, los
cuales habían domesticado y cuidaban con tanto esmero; los Huamingas, sin
embargo era un grupo cultural diestro en el dominio de armas y con temple de
luchadores y expansionistas por excelencia, los mismos que tenían, como jefe a
un gran curaca o Huaminja. Ellos vivían en armonía con su ambiente natural, ellos
consideraban a la mamapacha como su protectora y al sol como su dios supremo. Cada etnia vivía en su hábitat, cuyo territorio era muy fructuoso y productivo, además
contaba con un envidiable clima y paisajes exuberantes; ellos, eran dueño de muchas
tierras, grandes riachuelos, enormes citanes y cascadas.
La
fuerza del conquista española, se evidenció con las reducciones y
evangelización de pueblos indígenas serranos
y yungas de Piura; habían tomado mucho auge la expansión; la participación de
los corregidores y curas evangelizadores fue crucial. La creación de curatos,
capillas y cofradías, fue la estrategia empleada para poder catolizar a los naturales;
este fue el contexto para ir introduciendo la fervorosidad católica a través de
los santos correlones, las vírgenes bondadosas, los “patroncitos” del pueblo. Las
reducciones toledanas empezó con mayor auge en Piura a partir del año 1572, las
mismas que habían tomado tal notoriedad, ya que los indios se resistían a
abandonar sus huancas y cerros sagrados; ellos querían vivir junto a sus dioses
el sol, la luna o quilla, las lagunas, las aves silvestres y sus casas hechas
de barro, quincha y paja. Por aquellos tiempos hicieron su primera aparición
los curas evangelizadores jesuitas, mercedarios y franciscanos.
Cuando
los clanes Huamingas, Chincharas y otros de la parte baja de Serrán, habían sido
reducidos, se les impuso a su santo patrón San Andrés, que al principio fue una
estatuilla de mármol, y que después los nativos le hicieron un templo cerca de
un ciénego y que posteriormente lo idolatraban con mucho fervor y algarabía,
convirtiéndose en una de las fiestas patronales más importantes de la serranía
piurana, incluso con paseo y sacrificio de cóndores, que cazaban en las alturas
de la meseta andina.
En
este contexto se ubica la leyenda de un gran personaje, que por problemas de
salud tuvo que trasladarse al pueblo de San Andrés, pueblito que por
disposición de las leyes toledanas los encomenderos tuvieron que conformar, a
partir de clanes que se encontraban esparcidos y viviendo cerca de sus huacas y
de la naturaleza, para poder curarse de una rara enfermedad. Según cuentan, que
este personaje era un Conde muy adinerado, como se sabe que es un título
nobiliario con el cual los monarcas o sus representantes dan su gratitud a
algunas personas por su valentía. Para los godos españoles era alguien digno al
cual le daban la confianza de guardar tesoros, palatino, etc. Militarmente su
categoría era inferior a la de duque. El trato que reciben los nombrados con
título de Conde, es el de Excelentísimo. A partir del siglo XIX quedo reducido
a título puramente honorífico.
Según
la leyenda, es poco lo que se conoce sobre este Conde; no se sabe cuál era su nombre, como era
físicamente, si tenía o no familia, cuál era su edad; solo se conoce que era de
origen hispano, de un lugar llamado Frías, posiblemente de Albarracín, en
España, y que por cuestiones del destino llegó a buscar fortuna en tierras peruanas
y estando en Piura adquirió una enfermedad muy rara, algunos dicen que era
tuberculosis. Sus médicos de cabecera le recomendaron un clima favorable para
que pueda curarse. Dicen que durante la estadía en el pueblo y mientras se
curaba, este hombre fue bastante misericordioso, generoso y benefactor con los pobladores.
Empezó a organizar y ayudar a los indígenas, les ayudaba a diseñar la
construcción de sus casas, como labrar y cultivar la tierra, como curar y criar
sus animales, así como enseñarles algunos oficios, además les ayudaba
económicamente y los defendía cuando sus derechos como arrendatarios les eran
mancillados. Este personaje se ganó el respeto de todo el pueblo de San Andrés.
El
Conde de Frías paralelamente a su labor benéfica realizaba su tratamiento médico
con medicina científica y tradicional, en aquel pueblo. Cuentan que a pesar del
tratamiento, su mal, no tuvo mejoría; se
dice que se consumió y decayó mucho y después de varios años de padecimiento
murió. La tradición que se ha mantenido nos dice que este personaje compartía
sus riquezas con ellos, incluso al momento de morir repartió su herencia y
bienes entre los pobladores de San Andrés.
Los
moradores sintieron mucho la muerte del Conde de Frías, ya que este personaje
había sido bueno y caritativo con este pueblo. Los caciques y demás pobladores
de manera mancomunada decidieron agregar Frías, al nombre actual, en
agradecimiento a la generosidad del conde Español. Es decir que el pueblo pasó
a llamarse, San Andrés de Frías, y es así como empiezan a regístralo en las
diferentes crónicas y documentos coloniales, a partir de 1550 aproximadamente.
La
leyenda de las propiedades curativas del pueblo de San Andrés de Frías, se
seguía expandiendo desde muchos años atrás, siempre ha sido considerado como un
pueblo mágico, religioso, curativo y muy atractivo para visitarlo debido a su
ambiente y clima sano para curar diversos males. Es así que en el año de 1834, Teodoro
de los Santos Fernández de Paredes y Noriega Carrión Gelder, hijo de Don
Francisco Javier Fernández de Paredes y Noriega, último Marqués de Salinas,
tuvo que trasladarse a este pueblo para tratar de curarse de problemas pulmonares y de alcoholismo.
Después de muchos esfuerzos por mejorar la salud del hijo del Márquez, no se
pudo lograrlo, debido a que estaba en la
fase terminal y había llegado demasiado
tarde. Su padre, el Marqués, después de
su muerte tuvo tal desconsuelo por la pérdida de su único hijo, dicta la
tradición, lo llevó a construir el cementerio que aún hoy conserva la ciudad de
Piura, el cual, fue levantado para honrar la memoria y ganar el cielo para el
joven Teodoro.
La
leyenda de la Shingaya
Lo que voy a narrar
me lo conto un amigo, que casi le ha pasado de todo. No se si será verdad o
mentira, lo cierto es que concuerda con esas tantas historias que la gente del
alto Piura cuenta; esos relatos sobre duendes, fantasmas, muertos, el diablo,
entre otros seres inimaginables, que parece ser cierto. Me causó total asombro
escuchar por primera vez a mi compañero de trabajo decir: - Has escuchado
hablar de la shingaya- Le dije que no. -¡Ah entonces no sabes nada me dijo!- Te
voy a contar lo que me sucedió en Huarmaca cuando yo trabajaba con mi mujer en
Hualapampa, un caserío cercano a la ciudad.
Un día con mis amigos
me reuní, como de costumbre en Huarmaca, aprovechando el tiempo disponemos de
tomarnos un trago para matar el tiempo y conversar algunas anécdotas de nuestra
juventud y niñez. Entre copas y más compas
no me había dado cuenta que la noche estaba naciendo. Ya era tarde, las
aves nocturnas empezaban a delirar y asustar a la vez con su cantar melancólico.
La gente del pueblo se recogía aceleradamente a sus moradas, parece que sus
instintos les avisaban que algo raro y terrorífico iba a suceder. A mi mente
yacía el recuerdo de las historias de terror que por los alrededores de
Huarmaca narraban, se me hacía un mundo pensar que por aquellos sitios alejados
de la ciudad asustaban y era incrédulo a tan fascinantes narraciones. Mi esposa,
era docente del caserío de Hualapampa y estaba muy lejos del lugar donde yo
vivía, ella había viajado a la ciudad de Piura por tema de salud junto a mi
hija. Yo tenía que retirarme a mi domicilio que quedaba a media hora del pueblo
de Huarmaca. Entre seguro y desconfiado me encontraba, ya que tenía una vieja
moto para trasladarme de manera rápida a
mi lugar y en mí, pensaba que llegaría rápido a mi destino. Nuevamente vino a
mi memoria los discursos de aquellos ancianos que había conocido en alguna de
mis fanfarreas realizadas por
aniversario de la escuela, tenga cuidado con la shilcaya, le sale a las
personas que se meten con los familiares cercanos. Yo seguro que nada me
pasaría seguí consumiendo el poco tiempo que me quedaba para partir con mis
amigos y consumiendo algunas copas de licor.
La gente que me
rodeaba animaba la poca fuerza y valor que me quedaba, pero después de otras
copas me arme de valor, para seguir con mi camino. Era momento propicio para
partir a mi hogar. Algo extraño sucedía, la vieja moto parecía que se había
empeñado en que me haga más de la hora. La primera patada de arranque que le
di, casi arranca mis huesos de la canilla derecha. Hice mucho esfuerzo y el
motor parecía que se había confabulado con algún hechizo nocturno. La moto no
prendía, al parecer no quería que me vaya a mi casa. Después de mucho tiempo de
insistencia la moto arrancó, pero se apagó nuevamente. Creo que algo me avisaba
y no lo quería aceptar. En ese rato volvieron a mis recuerdos las historias que
me habían contado mis amigos y familiares. Armándome de valor le di una
sorprendente patada y la moto arranco en un instante; sin despedirme de mis
amigos salí muy rápido, camino a casa de un amigo para pedir posada y descansar
y así viajar en la madrugada.
Cerca de las dos de
la mañana y con los estragos del alcohol, emprendí mi viaje al caserío de
Hualapampa. Ya en el camino a mi mente nuevamente se volcaban los recuerdos
fantasiosos de la Shilcaya y otros duendes malévolos. La neblina densa hacía
contraste con el oscuro manto de la
noche; por coincidencia ningún viajero pasaba por aquella carretera. La
oscuridad había penetrado hasta en lo más profundo de mí ser, solo se veía a un
metro de mi nariz, ya que la luz de la moto tampoco ayudaba en nada y tenía que
manejar lentamente y evitar desbarrancarme en alguna de esas curvas peligrosas
que por Huarmaca existen. Ya eran casi las tres de la madrugada, en una curva
peligrosa, cerca de un enorme higuerón, al costado de ……..,la luz de la moto
reflejó a lo lejos la luz de dos ojos muy rojos que se iban acercando más y más,
yo pensé que de repente era un perro vagabundo u otro animal nocturno. El miedo
empezó a filtrarse en mí, mi cabeza la sentía pesada haciendo que las ideas y
pensamientos se junte y consuman en un solo en el ser del cual me habían
contado. Era ella, la Shilcaya, aquel ser maligno que toma la forma de un
animal y a veces se aparece con cuerpo de perro y cabeza de mujer conocida y se
les aparece aquellas personas que conviven con algún familiar y que en otros
lugares de la serranía piurana le llaman cawishos o diablos. Por los nervios la
moto se apagó. El silenció invadió mi ser; solo alumbraba el reflejo de sus ojos y su
cuerpo era como un perro sin rabo de color tierra. Allí estaba babeando y sus
ojos no dejaban de brillar cada vez más, se acercaba más y más e iba tomando el tamaño y la apariencia de
una vaca. Yo casi había perdido el conocimiento y todo tipo de control. Ese ser
escalofriante y terrorífico empezó a dar gritos extraños, parecidos a los que
dan los animales de la selva, sus gritos era como una mescla de dos animales.
Fue tan grande mi pavor que me orine en el pantalón; yo sentía que mi cuerpo ya
no resistía más, quería gritar, pero no podía, miraba a los alrededores y solo
era penumbra y soledad. Estaba cerca de convertirme en uno de ellos y que me
lleve a su guarida y posea mi espíritu y alma. Como se sabe, según la leyenda,
a las personas que se les aparece la shilcaya, los consume y logra convertirlos
en uno de esos seres terroríficos. No sé
de donde me salió fuerzas para acordarme de Dios, pensé en Jesucristo y eleve
una oración; tome mucha fuerza y le di arranque a mi vieja motocicleta; por
obra del señor prendió rápidamente y salí de aquel lugar. Mis manos frías y
“engarrotadas” trataban de dar vuelta al acelerador y dar marcha
aceleradamente. La moto se había enfriado y el sonido era Toc,toc,toc,… como
que si la gasolina no subía al carburador. Mi experiencia como chofer
motorizado hizo poner en práctica mi habilidad de conductor de mucho tiempo y
aceleré totalmente, haciendo que el vehículo corra rápidamente. Apurado
manejaba, que no volvía a mirar hacia atrás, solo miraba de reojo el reflejo
del espejo retrovisor. Grande fue mi sorpresa al ver que mis ojos estaban muy
rojos, parecía que brotaba sangre. Me encantó ese ser, fue lo que primero pensé
y nuevamente el miedo quería apoderase de mí. Mi cabeza imaginaba muchas
tonterías, recreaba caras de muchas personas extrañas, seres inimaginables,
caras de payasos. Me encontraba aturdido, pero seguía manejando. Ya alejado
muchos metros del lugar fui recobrando la noción y los estragos del licor
habían desaparecido por completo. Volví a la normalidad y me di cuenta que me
había hecho en mi pantalón, había sido muy grande el susto. Al poco rato con el
miedo mermado llegué a mi destino.
No sé qué fue lo que
salvó mi vida, fue mi valor, las animas
benditas que en el camino había o fue la ayuda de Dios, que hizo que me
acercara más a él. Lo importante fue que el ser humano tiene una infinidad de
poder interno que de alguna manera los exterioriza en los momentos difíciles.
Seamos crédulos del señor y enmendemos nuestros errores. Hagamos el bien y
profesemos que lo bueno y lo malo existe.
Adaptada por Profesor. José C. Sánchez
Troncos.
El
citan encantado
Las creencias y supersticiones
que tiene la gente de los pueblos
serranos de Piura, forman parte de su cultura y que vienen arraigando
desde tiempos atrás. La creencia en las
huacas, lagunas, citanes y lugares encantados, le dan una forma tan real que
coincide con muchas cosas y que hacen creer a más de una persona. Frías es un
pueblo con expresiones culturales muy propias y que tiene mucho que contar.
A un costado del tradicional
pueblo de Frías, a pocos minutos de camino, se encuentra un hermoso río
nombrado por muchos como “El Citan Encantado”. Sobre aquel
lugar se han contado y trasmitido muchos relatos e historias que hasta hoy
causan mucho asombro. Aquel lugar está rodeado de frondosos higuerones,
guayaquiles, carrizos y diversas hierbas curativas. Sus aguas son cristalinas
en tiempo de verano y muy turbulentas en épocas de invierno, pero en si
encierra un encantador misterio. Este lugar que en tiempos de la evangelización
sirvió como requisito indispensable para que las familias descendientes de los
conquistadores españoles se asentaran
por estas tierras y hacerlas producir adquiriendo riqueza con el trabajo
gratuito de los naturales Huaminkas y Chincharas.
Sus aguas cristalinas que
bañan sus riveras en tiempo de verano son muy refrescantes y la turbulencia de
sus olas causa amenaza y terror. Estas características hacen que su nombre sea
poco olvidado por la población. Sus carrizales y bambús, rodeados por rocas y
forman pequeñas pozas naturales, atraen a millones de turistas convirtiéndolo
en uno de los destinos más visitados de la región. Pero no es un río normal,
pues su agua es salada y la mayor parte de su cauce fluye bajo el suelo. Quizás
por esta razón muchas personas no lo consideran un río; pero otras sí e incluso
dicen que está encantado. Los estruendos que emite el Citán en tiempos de
invierno nos advierte que nadie debe enfrentarlo, porque su furia puede hacer
perder la vida a más de un cristiano y hace que a lo lejos se escuche los sonidos inconfundibles que dan a conocer
la bravura de los espíritus que allí moran. En tiempo de verano su temperamento
cambia totalmente, la pasividad y tranquilidad con que discurren sus aguas,
forman una sinfónica con los sonidos de las aves y la corriente pasiva de sus aguas. Sin
embargo cuando ya la tarde se deja caer, es difícil que alguna persona se quede
recogiendo agua, cortando leña o buscando hierbas medicinales, porque cuentan
que en las hondonadas u holladas, donde crecen los temerosos higuerones sale la
cosa mala encantándote y llevándote a su guarida.
A través del tiempo se ha
trasmitido de manera oral una frase muy famosa y tradicional “si te
bañas en el Citan, quedarás prendado de Frías, incluso te quedarás y casarás…” Esta creencia se escucha no solo en Frías,
sino que la comentan en otros lugares, llegando a coincidir en algunos casos. Muchas
personas que han visitado nuestro distrito de Frías ido a aquel lugar, se han
bañado y con el tiempo se han sentido atraídos por la belleza de sus mujeres,
el encanto de sus paisajes, la delicia de sus comidas, su clima saludable y
gratificante. En la actualidad podemos comprobar que mucha gente ha emigrado
por estos hermosos parajes a trabajar, los cuales se enamoraron llegando a constituir una familia, podemos
encontrar varias familias provenientes de los lugares aledaños del distrito
como son Santo Domingo, Chalaco, Pacaipampa, Chulucanas entre otros lugares.
El
carro fantasma
Los viajes cansados y agotadores de
niños, mujeres y hombres eran interminables. Con la esperanza de conocer la
ciudad, en busca de un futuro mejor, se trasladaban conjuntamente con los
animales, en los pesados y lentos camiones “DOCHE”. El cansancio era inmenso de
aquel viajero, la fatiga era penetrante y aún más se incrementaba cada vez que
el chofer hacía su parada en algún restaurante de los caseríos, que ubicados al
filo de la trocha, se convertían en locales de fanfarrea y comelona. Los
carreros dueños amantes de más de un amor en cada lugar, hacían lo que se les
antojaba y los pasajeros estaban supeditados a lo que ellos querían.
En aquellos tiempos donde el centro
poblado de San Jorge era, sin lugar a duda, un pueblo endiosado por tener
preferencia por casi todos los viajeros, así como contar con la vía de acceso
más importante del distrito y porque en aquel lugar era obligación parar a
tomar desayuno, almorzar o merendar y a veces calmar la sed con alguna
cervecita. Allá por los años 80 por esa
antigua trocha carrozable que une Chulucanas con el centro poblado de San Jorge y el pueblo de Frías, fue testigo de un
extraño y asombroso acontecimiento. En las empinadas curvas del cerro “El
Tuno” lugar ubicado entre el caserío de Poclús y la quebrada que baja
de la Cría y Naranjo. Wilo , era uno más
de esos “carreros” que transitaban por esa antigua ruta y, era dueño de un camión color azul , el que era
conducido por Concepción Chumacero Ambulay, natural
de Quinchayo, caserío perteneciente al distrito de Santo Domingo.
Este señor contaba que cierto día se hizo muy tarde por fallas
mecánicas, justamente por estas sólidas curvas del Tuno, y que es conocido
por muchos por su difícil y empinado
acceso para subir en carro por la ruta. Aproximadamente llegando a la media
noche, entre la inmensidad de la penumbra, unas luces resplandecientes
alumbraban a lo lejos, al parecer eran de un carro que viajaba a toda prisa,
formando revoltosas nubes con el viento
frio y el polvo penetrante de la
arcillosa carretera, al parecer como si se tratará de un
fuerte remolino. Cuando de pronto
al acercarse a la segunda vuelta observaron la luz que bajaba, casi por lo alto de la carretera
y como esas curvas son muy cerradas casi no se puede dar pase a otro carro,
entonces el plantó prudentemente el vehículo que conducía para que la otra
movilidad que bajaba pasara sin ningún contratiempo. El asombro de los
pasajeros colmo por varios minutos, esperando ver quiénes eran. Los viajeros
esperaron pacientemente que pasara, de pronto solo se produjo una inmensa polvareda
dejando muy oscuro el lugar y no vieron carro alguno que bajaba, cuando se percataron
todos los que viajan en el vehículo de Concepción que el otro carro pasaba por
encima de ellos con las luces encendidas, como si se desbarrancara por aquellos
abismos pedregosos. Un frío inmenso se apodero de sus cuerpos, seguido de
olores nauseabundos sintiéndose mal los pasajeros los cuales apuraron al chofer y le pidieron
que salga inmediatamente del lugar, pero
por coincidencia el motor del carro se apagó y no encendía por más insistencia
del conductor, esperaron unas horas y el
carro encendió el motor, llegando a
Frías en la madrugada muy asustados. Los asustados pasajeros en el transcurso del viaje
a cada momento se encomendaban a sus santos devotos y a la divina providencia.
El santo
de camote
La idiosincrasia de un
pueblo está basada en sus creencias y supersticiones que puede ponerlo de
manifiesto a través de diversas expresiones. La cultura española nos dejó
muchas herencias entre ellas la religión católica, sembrando dentro de ellos
una gran benevolencia por las sagradas
imágenes y otras representaciones religiosas. El poblador serrano es fiel devoto
de los santos e imágenes, se encomiendan con mucha fe y devoción para que los
proteja de todo peligro, toda enfermedad y les vaya muy bien en sus cosechas.
Son muchas las historias que se han contado y escrito respecto a las imágenes, santos y los milagros que ellos han hecho.
Allá donde la mishka o maíz duro es el producto
principal de aquel poblador de baja estatura, piel cobriza y de habla muy
particular; aquel campesino que temporalmente emigra a la ciudad a vender
remedios naturales y que dentro de su espiritualidad conserva una inmensa fe
por el taita Dios. Esta historia nace en aquel contexto de fe, creencia y
religiosidad. ¡Taitito Dios, dicen que ese santito de Frías es milagrosísimo!
¡Cada vez que hay sequia con una beteadita hace llover! Así dialogaba la esposa
de un campesino, hombre humilde, trabajador y de fe profunda. Era el mes de
noviembre la gente de la zona de Guayaquil y Misquiz preparaba con enorme
fervor las ofrendas y hacían los preparativos para asistir a la última fiesta
del año, la del patrón San Andresito de
Frías, ellos ya habían venido de la costa de vender sus hierbas medicinales,
esas que recogen de las “holladitas” de los cerros cercanos, así mismo de
vender el principal producto agrícola que habían cosechado en el mes de junio.
La gente de aquellos lugares eran muy devotos del patroncito San Andrés de Frías conocido por
muchos como el “santito correlón” y que según la leyenda se había venido de
Culcas y de las pampas de Parihuanás para que le hicieran su templo en las
llanuras a un costado del bravo Citan, lugar donde los naturales lo habían encontrado tocando sus campanitas. Ellos necesitaban un santo a quien adorar y
venerar, alguien quien los proteja en la
salud y en sus cosechas.
En unas de esas idas y
venidas al pueblo de Frías, el humilde campesino se había hecho compadre de Don
Cristóbal Lot Pintado Mejía, persona muy diestra en el oficio de la carpintería
y su fama de buen escultor había trascendido a los lugares aledaños del distrito
de Frías, También era el “sindico” de la tradicional fiesta del santo patrón de Frías, el cual se
encargaba de organizar las caza y paseo de cóndores, pelea de toros y pelea de gallos. En cierta ocasión la gente
de la tierra del maíz, necesitaba urgente a un santito y para ello tuvieron que
recurrir a la persona idónea y que era ese gran
famoso señor, don Cristóbal. Muy de
mañanita el devoto encargado de
gestionar aquel encargo con su burro cargado de un almud de maíz duro se presentó
donde su compadre escultor para pedirle que le haga un trabajito especial.-
Días de Dios compadrito – Que tal la
familia - bien cumpita - y que milagro
por acá. Acá he veniu a que me haga un
trabajito - ¡Que será pues! – Allá en mi lugar necesitamos un santito que nos haga milagritos y nos
cuide en la salud y para que nuestras cosechas salgan bien. El devoto señor
llevaba en su mente como debería ser su santo patrón. Le recomendó que sea de
la mejor madera. –Quiero que el santito
seya bien formal, serio para que imponga
respeto en la gente. El señor quería la estatua para un plazo aproximado de
20 días en la cual los gobernadores encargados de repartir la conserva y las
tortillas azadas junto con su chicha de maíz ya tenían todo preparado. Es muy pronto compadrito, tengo mucho
trabajo. El encargado seguía
insistiendo. -Don Cristóbal haga un
esfuercito, por vida suyita. Ante tanta insistencia el escultor acepto el
encargo. Pasaron los días y el madero seguía esperando; el tiempo en que el encargo
tenía que ser recogido, aún no estaba listo. Cuentan algunos que el síndico se
le había presentado diversas dificultades y no pudo cumplir con el encargo.
Dicen que el día pactado para tal obra había llegado y para cumplir se le
ocurrió tallar el santito en uno de esos
grandes camotes que solía cosechar en una de sus chacras. Empezó a tallarlo y
lo hizo rápidamente con todas las características que le habían recomendado, lo
pinto incluso le hizo su base de madera para que se sostenga, estaba listo para
que sea llevado a su lugar.
En el tiempo acordado, el
“propio”
llego muy tempranito a casa de Don Lot y con otro almud de maíz para ser
obsequiado a cambio del favor concedido.
-Díasdedios cumpita, aquí he venido a recoger mi encarguito, como usted sabe
que la fiestecita ya está cerquita.-Compadrito su encargo está listo pero tiene
que llevarlo con mucho cuidado no lo vaya a meter en bolsa porque se puede
malograr. –No se preocupe. Y ¿Cuánto le debo? -No es nada cumpita, suficiente
con el maicito. Ya en el lugar el santito fue ubicado en un sitio especial
para ser venerado. Cuentan que la mujer todos los días le hacía oración y le
imploraba por su familia. Después de varios días, la mujer del encargado de la
fiesta pudo observar algo muy extraño y corre rápidamente y le cuenta asombrada
a su esposo: Juancito el santito está
vivo porque parece que está llorando y hasta se mueve. Los dueños de
aquella falsa imagen se habían asombrado mucho. En uno de esas ocasiones los
esposos llegaron a comprobar que dentro del cuerpo de aquel santito había
estado comiendo un enorme roedor. El compadre muy molesto y desilusionado
regresó al pueblo a reclamarle a don Cristóbal. El compadre le explicó que por
la premura del tiempo y como ya se había comprometido, para salir del apuro le
hizo el santito de camote.
Esta anécdota aún es
recordada por la gente del pueblo en las reuniones de amigos con la finalidad
de pasar un momento de alegría.
El
exilio de Marcos de la Croux
En el año de 1978 la actual
comunidad campesina “José Olaya” de Silahuá era una comarca que formaba parte de la sociedad agrícola Yapatera, cuyos dominios se extendían desde la costa hasta la
Meseta Andina de Frías. Este lugar
estaba rodeado por majestuosos paisajes, hermosas lagunas e envidiables
invernas, las mismas que alimentaban a más de un ganado.
Esta historia es el
fruto de la experiencia vivida por Quiteria
Yamoca, humilde provinciana que
emigra en busca de fortuna ,a Lima desde
su natal
Ramada Grande, caserío ubicado en el sector de Silahuá
y que se caracteriza por sus montañas de
bosque seco y espinoso, donde alberga
diversidad de animales silvestres como zorros, cachules y muchas aves. Este
relato encierra un claro mensaje y que tiene que ver con el impacto que causan
los años de sequía en la vida del hombre y de los animales. Quiteria
por el azar del destino entrega su corazón a un marino francés llamado Pietro
de la Croux que luego de idas y
venidas al viejo continente (Europa), procrearon tres vástagos hijos entre
ellos, Marcos de la Croux. El amor de marinero causo profunda decepción en la humilde campesina. Aquella muchacha fue
abandonada a su suerte, quedando convertida en una madre soltera la cual quedó
imposibilitada de trabajar como doméstica por el número de hijos que tenía en
casa de la familia López de la Romaña. No le quedó más remedio que retornar a su
tierra de origen Ramada Grande donde por suerte aún tenía vivos a sus padres,
los que muy a pesar de todo la recibieron con buen agrado y le brindaron calor
familiar.
Para mala suerte en esos tiempos
eran años de mucha sequía y los cultivos no
eran buenos ¿Qué hacer? tres niños hambrientos y sin que darles de
comer. Quiteria pensaba y pensaba, ya la
solución estaba en su mente, vendería el primogénito Marcos, al señor Santos
Guerrero, quien vivía en el caserío de Méjico ubicado en la Meseta Andina. En aquel entonces existía un viejo
camino que partiendo de la costa de Yapatera
atravesaba por el costado de Panecillo y avanzando cerro adentro hasta
llegar a Ramada Grande y Ramada Chica, pasando por Cahingará, entrando por Cachiriz,
Llegaba a Méjico, donde vivía Santos Guerrero, un ganadero que tenía a su cargo más de un centenar de
ovejas, y que justamente a él sería
vendido el niño Marco de la Croux Yamoca, para que sea el nuevo peón.
Aquel fatídico 13 de septiembre el
viento y el sol resecaban la hojarasca
seca, emprendió su camino atravesando lomas, bosques, quebradas y cerros.
Marco, tristemente miraba a su entorno, tal vez
pensaría que nunca más volvería a ver la tierra de su madre ni la enorme y conglomerada capital. Ya en la
planicie de los altos, el fuerte viento
resecaba la piel de los
desdichados visitantes, el cantar triste de las aves parecían augurar el triste
destino que le esperaba al pequeño. Después de las tres de la tarde, sudorosos
y muy sedientos llegaron a su destino, Quiteria miraba con tristeza las bellas
facciones de su desdichado hijo, el cual no volvería ver nunca más.
Ya en la casa de santos Guerrero,
fueron bien recibidos y el pago no se
hizo esperar, medio saco de trigo, medio saco de arvejas, medio saco de papas
que el mismo santo envió de regreso a sus peones junto con Quiteria hasta Ramada Grande. Por
su lado Marco engrosaría el grupo de ovejas. Muy pronto aprendió el oficio de cuidador de ovinos, pero así mismo empezaron a venir los sufrimientos. Durante varios años tuvo
que aguantar, muchos castigos y crueldades por parte de su patrón.
Después de seis años de sufrimiento,
el muchachuelo se había convertido en
todo un jovencito .Un día decidió escapar, ya que no soportaba más la tortura
física y psicológica a la que era sometido y fue así que aquel rebelde
adolescente escapó del infierno en que vivía, resultando perdido en las tupidas
montañas del cerro Huaycas, ubicado en Santo Domingo, el cual lo recibió de cualquier manera.
Marcos ya joven prestaba facciones
delgadas, el cabello corto y castaño y pronto impresionó a una linda lugareña
del caserío de Ñoma con la que se acompañó y tuvo sus dos hermosos hijos. En
las tardes y noches de melancolía recitaba constantemente el refrán; -No todo lo que tocas
es plata, ni todo lo que el monte tiene es órgano, ni todo lo que brilla es
oro.
Efectivamente las apariencias
engañan la crianza forma nuestro carácter, es así que el desafortunado
joven se había convertido en un psicópata
y pronto sus manifestaciones no se hicieron esperar, ya que constantemente a su
esposa la maltrataba, la torturaba, la cual optó por abandonarlo junto a sus
dos menores hijos.
Marco había perdido el sentido de su
vida, no le importaba nada , viajaba errante como un infeliz y siempre
lamentaba su mala suerte y versaba aquellas frases: ¡Madre mía ¡yo no te
culpo de lo que hiciste conmigo!, pero si me inclino a mi vieja Pachamama (tierra
Sagrada) que nunca me negaste el fruto de tus entrañas, esto lo hacía irguiéndose cuán largo era él ,alzando
sus brazos ,abriendo la palma de sus manos y luego se inclinaba hasta el suelo
besaba la tierra y se entristecía.
El
jardín Encantado del Cerro Huamingas
Bajo los poderes de los inmensos
y poderosos cerros guardianes se tejen muchas historias fascinantes. Todavía
cuentan que por aquellos “apus” misteriosos deambulan y moran espíritus
malignos y encantadores de los gentiles, aquellos que ofrendaron sus vidas y
sus tesoros a las montañas que tenían
por dioses y que en pago al poder sobre
natural que dotaron a sus antiguos caciques y jefes curacas. Aquellos
patriarcas que valiéndose de su hechicería lograron conducir por el camino del
bien a sus subordinados. Poderosos cerros que imponen más que temor, un enorme
respeto y adoración. Los encantos que irradian cada uno de las elevaciones
rocosas se han enraizado en las memorias de más de un poblador.
- ¡Hay que pagarle a esa huaca, ese
cerro es bravo, ya ha encantado a varios, otras personas las han encontrado
votando espuma por la boca- dicen que son los espíritus de los gentiles que
cuidan celosamente los tesoros los espanta fierísimo y que poco a poco los va
consumiendo y los va matando! Así decían nuestros antiguos y
aún siguen contando la gente
supersticiosa de aquellos lugares sagrados que en un tiempo atrás, para
nuestros antepasados, fueron sus dioses protectores. El hombre fiel a la madre
tierra, diariamente con esfuerzo y trabajo
logra extraer el fruto de sus entrañas, así mismo creyente en el enorme
poder que guardan los cerros o “apus”, se inclina pagándole y a la vez respetando a los grandes
espíritus que por allí moran.
Desafiando los espíritus de las
montañas, un grupo de jóvenes deciden escalar al poderoso cerro huamingas,
lugar famoso por su difícil acceso a la cima,
por las rocas enormes con que cuenta sus faldas y que en tiempos
anteriores fue utilizado por los
valientes huaminkas como
fortaleza militar para defenderse de sus enemigos, así mismo posteriormente fue guarida de las famosas “
montoneras” , grupo de valientes hombres que lucharon por defender los derechos
del campesinado y sirvieron como resistencia frente a la invasión chilena en
tierras frianas. Varios muchachos ansiosos y deseosos de escalar la parte alta
del cerro avanzaban sudorosos llevando en su mente un único objetivo la de
llegar a la cúspide y constatar lo que la gente decía sobre aquella
fortaleza.
En ese grupo de jóvenes había dos
muchachos que se caracterizaban por sus habilidades motrices sorprendentes,
tenían una capacidad de velocidad y resistencia envidiable, de la cual
quisieron probarla cuan cierto era. Entre ellos surgió la idea de competir y
ver cuál era el mejor, proponiendo quien llegaría primero a la copa de la
fortaleza. Cuentan que uno de ellos tomo la delantera, avanzando muy rápido de
manera sorprendente, como ayudado por una fuerza extraña. El segundo muchacho
quedó atrás sentándose a descansar,
aprovechando para esperar a sus demás compañeros, después de varios minutos, al verlos les conto la
apuesta que habían hecho. El muchacho por varios minutos no aparecía y sus
amigos deciden ir en busca de él, el cual lo encontraron desmayado tirado en el suelo botando espuma por la
boca. Sus compañeros lo llevaron al pueblo, pero por el camino iba disvariando
en sus ideas, le dieron varios remedios, incluso llevaron algunos “curiosos”
para que lo cure del susto pero no lograron volverlo a la normalidad.
Dice la gente que este muchacho
desde ese momento cambio rotundamente su vida, él vivía enfermo siempre, las
habilidades de buen deportista las perdió, incluso poco a poco fue perdiendo la
razón Algunas personas cuentan que fue
obra y castigo del cerro. La leyenda cuenta
que en la cima del cerro Huamingas existe un hermoso jardín encantado con
flores exuberantes, de diversos y raros colores, muy bellas y que aquel que lo
llegue a ver quedará encantado. Otros explican este hecho que existe algún
enorme tesoro dejado por nuestros antiguos y que los espíritus lo cuidan
celosamente. Personas más supersticiosas dicen que para entrar a este cerro se
le debe pagar a los espíritus guardianes con tabaco, flores, comida, entre
otras cosas y así de esta manera puedan conceder el permiso y no les suceda
nada malo. Los muchachos al no haber hecho el ritual al cerro uno de ellos fue
castigado.
El
encanto del cerro Negro
En un lugar de la Meseta Andina, por las alturas
de Frías, cuentan la historia de un
hombre llamado Alfredo Córdova, él tenía un solo hijo llamado Pedro,
era menor de edad. Se dice que este señor compró un terreno ubicado en el Cerro Negro, lugar muy conocido por
los encantos y lagunas curativas y plantas medicinales allí existentes. Aqui
una parte iba a ser utilizado para
sembrar y otra para criar sus animales. Pedro, el primogénito y único hijo había escuchado a personas mayores, que para utilizar esas tierras, tenía que pagarle a los espíritus del” Apu” con un toro, agua
florida, olores y polvos de los más
finos, tabú, agua cananga, caña china y jugo de lima y que de no hacer esto el
cerro podría encantar a su hijo, pero don Alfredo era testarudo y no hizo caso
pronunciando lo siguiente: ¡Yo no creo en esa cosas carajo! ¡Son tonterías! ,
son cosas de la antigüedad y yo solo
creo en mis propias ideas, así que no me estés molestando ni me quites el tiempo con tonterías carajo
¡Ya sabes! El niño se retiró tristemente pensando en las palabras de su
progenitor le había dicho.
Las faenas siguieron de manera normal y después
de algunos meses los siembros estaban
grandes y necesitaban de mucho cuidado.
Un día don Alfredo le dijo a su hijo: ¡Pedro hoy tienes que ir al terreno a
cuidar los siembros y los animales¡ por que se ha sabido que por la zona se
encuentran algunos abigeos, ¡Ah!, ¡ iras
solo porque yo estaré ocupado recibiendo una visita de mis compadres que vienen
a los tiempos¡. El niño se resistió a ir
solo por temor a lo que en una ocasión había escuchado, pero el malvado padre
lo obligó con amenazas y quiera o no Pedro se marchó a hacer lo encomendado. La
tarde expendía su oscuro y tétrico manto, parecía proteger
alguna alma en pena; el viento entonaba sus silbidos tenebrosos el cual era acompasado por un frío fatal. El
niño sintió mucho miedo acordándose de las escalofriantes historias y al mismo
tiempo se llenaba de valentía, al saber que su padre lo recriminaría con mucho
rigor sino cumplía con lo encomendado. Caminando con paso firme pensaba en su
futuro, de pronto una melodiosa y fina voz lo saco de su pensamiento y escuchó que le decían: ¡Ven! ¡Ven! ¡Ven! , aquí
tendrás muchas cosas buenas que te van a gustar. El niño estaba siendo
encantado por los grandes espíritus de
aquel misterioso cerro. Pedro se acercó presuroso y vio muchas cosas hermosas:
mucha comida y otros niños que jugaban alegremente en un hermoso jardín. Cuentan
que Pedro fue presa fácil del encantamiento, se internó fácilmente logrando
caer en el encanto de cerro Negro.
Cuando la penumbra copo en su totalidad todo
el lugar y Pedro no aparecía don Alfredo
se preocupó mucho y al día siguiente
partió presuroso a buscar a su hijo, pero grande fue su sorpresa al no
encontrarlo por ningún lado, en forma desesperada comenzó a llamarlo: ¡Pedro!
¡Pedrito! ¡Hijo de mi vida!, ¿Dónde estás?, así seguía gritando en forma
desesperada, sus gritos agitados fueron escuchados por un compadre que estaba
por el lugar, el cual se acercó y le dijo
si Pedrito no aparecía es porque había sido encantado por el cerro
Negro. Don Alfredo alzo el llanto inconsolable y se recriminaba por no haberle
hecho caso a su hijo, pero ya era demasiado tarde.
El amor de padre movió a don Alfredo y quiso
comprobar el mencionado encanto y raudo subió a lo alto del Cerro
Negro y vio a su hijo completamente desnudo que jugaba por ahí como un animalito salvaje. El niño al
ver a su padre con voz tierna pero lleno de rencor le dijo: ¡Papá si me
hubieras hecho caso nada de esto estuviera pasando! y tristemente se perdió en
la maleza del cerro encantado. Don Alfredo no pudo hacer nada, solamente
lloraba inconsolablemente con mucha tristeza sintiéndose culpable. Cuentan los abuelitos que hasta ahora se
escucha el canto triste y lastimero de un niño dentro y por los alrededores del
cerro; otras personas versan que en noches de luna llena
han encontrado a la media noche a un niño completamente desnudo que deambula
por la zona llorando y recriminando a su padre por no haberle hecho caso.
¡Hay
cucos malos!
Es deprimente ver invadida nuestra patria por gente
extraña, mirar desde la impotencia como soldados desconocidos abusan de nuestra
gente humilde, pidiendo como cupos de guerra animales y productos que con tanto
esfuerzo han logrado tener. No es fácil aceptar que ante la ineptitud de
nuestras autoridades derramen su sangre muchos compatriotas aguerridos. No
debemos aceptar que nunca más mancillen nuestro honor gente que no comparte
nuestros mismos símbolos y riquezas.
Durante el tiempo que se realizó la guerra con el país
sureño sucedieron muchos acontecimientos, muchas vidas de mujeres, hombres y
niños se sacrificaron para no ver a su patria invadida y mutilada por las
fuerzas chilenas. Con ese gran espíritu de peruanidad enfrentábamos cada día a
los invasores, aunque con menor capacidad bélica, pero enfrentábamos la
situación. Dentro de este marco sucede un acontecimiento que hasta la fecha se
ha trasmitido y que enaltece a más de un friano.
Allá por los años 1883, cuando los chilenos invadieron
la serranía de Piura al mando del general Torres, el cual era un jefe déspota y
sin sentimientos, hacía los que se le
antojaba en todo pueblo que entraba, pedía que le sacrificarán algún
animal para calmar el hambre de sus soldados, en otros casos más abusivos
agarraba a la fuerza a cual mujer se le
presentase. Las tropas que iban en busca
de cupos de guerra no les interesaban el
sufrimiento que causaban. La gente de Frías ya habían tenido noticias que por
la zona de Santo Domingo y Chalaco valientes hombres se habían enfrentado
quedando muchas bajas en ambas partes, los Chalaqueños habían luchado
fuertemente en la famosa “quebrada de la guerra”, de la cual
había salido airosos, haciendo temblar a
las tropas sureñas.
Los fríanos
al mando de Don Lorenzo Córdova Mejía habían formado
las famosas “montoneras”, que con hondas o guaracas, machetes, palanas,
chavetas, incluso algunos con carabinas y enormes rocas, se atrincheraron
estratégicamente en las faldas de los cerros de Mastrante, letreros y Yapiay,
lugares ubicados a pocos minutos del pueblo de Frías. Junto con otros
hombres se alistaron para el combate
como don Ricardo Alvarado, Zoilo Castillo, Santos Jara Sebastián Siancas, y su
esposa Gertrudis Erazo, Manuel
Monje, Parcemón Aguilar, Plácido Córdova, Marcos García, Manuel Berrú, Juan
Campos Córdova, y su hermano de madre
Pilar Julca Córdova y muchos otros hombres valientes. Los valerosos hombres hicieron retroceder a
los invasores.
Airado por el revés sufrido, el coronel Carvallo,
dispuso un destacamento de 300 efectivos de infantería y caballería, al mando
del capitán Torres, partieron a someter a los valientes fríanos. Ante las
fuerzas superiores a sus efectivos, los fríanos se retiraron al interior de sus
montañas permaneciendo en el pueblo un reducido grupo de habitantes.
Sin resistencia alguna, el 30 de setiembre de 1883, el
comandante Torres y sus soldados ingresaron al pueblo, lo saquearon, no
respetaron ni siquiera el templo de San Andrés de Frías, a los hombres y
mujeres que permanecieron en él los sometieron a humillaciones vergonzosas.
Versiones que hasta se cuentan encerradas en la tradición dicen que Don Sebastián Siancas,
natural de este pueblo, fue hecho prisionero y cierto día en que su esposa se dirigía a la iglesia
para verlo, fue hecha prisionera y llevada ante un oficial chileno para ser
ultrajada. Ante este hecho la señora
Gertrudis llena de ira, aplica una
certera puñalada en el abdomen del oficial, quien muere en el acto; los chilenos
como represalia, fusilan en la puerta de la parroquia a don Sebastián
Siancas y a su esposa.
Fueron
muchas cosas que sucedieron durante la estadía de los chilenos en nuestra
tierra, la guarnición se había acuartelado en el antiguo templo, hecho de enormes
adobes y techado por la roja y tradicional teja. En otra ocasión sucedió algo
muy singular, cuentan que un señor de apellido Vaca, por temor a que
fuera apresado, se había escondido en el templo del pueblo, detrás del altar
mayor donde se encontraba la imagen del patrón San Andrés, cuando
un soldado chileno se dirigía a
profanar la “Custodia” de oro y otros objetos de valor, no pudieron por lo
que el temeroso señor se puso muy
nerviosos al pensar que alguna cosa mala le pasaría y el altar empezó a moverse, dándole la impresión que los santos
se habían enfurecido por los actos que estaban cometiendo; el chileno al ver
esto dijo: -¡Dios está molesto, no hagamos esto¡ ¡Hay cucos malos! Y es así que se libra la custodia y el humilde
señor Vaca.
Durante
el lapso que los chilenos habitaron en el pueblo de San Andrés cometieron
muchos crímenes, llegando a causar muertes de muchos niños. Los pobladores
dicen enterraron muchos cuerpos de niños inofensivos y hasta hoy sus almas en
pena buscan el descanso eterno y otros adoptan el cuerpo de pequeños y traviesos adultos que les gusta jugar con los
niños que no han recibido el agüita bendita, ni han sido bautizados. Personas
adultas dicen que por la parte donde se encuentra la casa de las hermanas
religiosas, casi toda esa manzana, antiguamente fue un cementerio provisional
que los chilenos utilizaron.
Versiones
que se han trasmitido de manera oral
dicen que después de mucho tiempo los chilenos se retiraron del pueblo San
Andrés de Frías y en el trayecto a la ciudad de Chulucanas una familia de apellido Palacios,
que se dedicaba a la venta de chicha de jora, había preparado un poco de bebida con veneno la cual les dio de
beber a los chilenos y para que no sospechen ellos también bebieron, muriendo
así los invasores y la familia Palacios.
Aun son recordados por su gran sacrificio y hazaña en honor a su patria el
Perú.
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