domingo, 24 de enero de 2016


La mujer de blanco

Las fantásticas y escalofriantes historias de las viudas, las mujeres de blanco, las  novias se escuchan en casi todo el mundo, la forma como han sido trasmitidas esas leyendas hacen pensar que pareciera verdad, incluso han sido llevadas hasta la televisión. El pueblo de Frías fue escenario de algo parecido, hace muchos años atrás, cuando el pueblo todavía se alumbraba con mechones, velas y petromax, debido a que la luz de la hidroeléctrica funcionaba de manera temporal. En las solitarias  y frías noches, cuando la neblina cubría parte de las calles del pueblo, las luciérnagas hacian delirar y temblar a cualquier parroquiano que cegado por algunas copas de licor, imaginaban el bulto negro que deja en su prender y apagar. Es el muerto dicen muy asustados. En una de esas incontables noches varias personas pregonaban haber visto aparecer a una mujer vestida de blanco, con la mirada hacia el suelo, pelo largo y que empezaba a recorrer parte del pueblo. Decían que  la encontraban parada en la puerta de lo que hoy es el templo “San Andrés”, de pronto se elevaba como si estuviera volando y recorría la plazuela siguiendo su trayecto hacia las instalaciones del viejo palacio municipal, que en ese tiempo se denominaba cabildo y que estaba construido de madera, adobe y algunas partes de concreto y que sirvió a la hacienda como lugar para ubicar el cepo y poder castigar a los peones que no aportaban a los terratenientes.

Son muchas versiones que se han transmitido sobre aquel insólito suceso. Cuentan que en una ocasión  un empleado, que en aquellos tiempos cuidaba el longevo local del municipio, antiguamente el cabildo, junto con su hijo en una noche solitaria escuchó  pasos muy fuertes y bien marcados que recorrían el piso de madera. Los asustados vigilantes, pensando que eran ladrones, con mucho temor se arrimaron en una de las paredes de madera. Disimuladamente alcanzaron a ver que una mujer que recorría los pasadizos yendo y viniendo y de pronto desaparecía. Las mentes de los infortunados guardianes yacían en un manto de temor y hacía que su cuerpo se les pusiera como piel de gallina. Ellos muy asustados corrieron donde sus familiares a contar lo sucedido.

En otra oportunidad, cuentan que un ex alcalde, ya encomendado en la gloria del  Señor,  al promediar las seis de la tarde, la neblina no dejaba ver más allá de nuestra nariz y el frío inmenso invitaba a cobijarse más, cuando ya culminaba su ardua labor despidió a su secretaria de cabecera y pidió que dejara cerrando que ya regresaría, entonces saliendo de la puerta pasando por el antiguo puente que unía con la plaza vio pasar una señora cabeza baja,  él la saludó pero se extrañó al ver que la mujer ni siquiera  le contestó, regreso a mirarla y vio que ella se dirigía a la oficina donde atendía la secretaria. Él se regresó para averiguar quién era preguntándole a la secretaria donde estaba la mujer ,la cual le contesto que ella no había visto entrar a nadie, el jefe edil le replicó que clarito había visto entrar a una mujer, resaltando que él no estaba loco ni borracho.

Así varias personas se han encontrado con misteriosos casos. En las sólidas noches la gente recuerda aquellos relatos y caminan con mucho cuidado acompañados, otros no se emborrachan y van a su casa antes de la media noche.

Noche de terror

Las historias de terror que  escuchaba  en mi niñez y parte de mi juventud, eran muy fascinantes y escalofriantes. En las conversaciones familiares nocturnas, eran infaltables. ¡Fijate! …Dicen que por las noches sale el muerto, también sale  la cosa mala y el duende ensombrerado… Al escuchar los primeros relatos se nos venían a nuestra imaginación y recreábamos a aquellos personajes alucinándolos de manera fantasmagórica. Nosotros cada vez más no pegábamos a nuestro padre, madre o hermano mayor, evitando mirar hacia la oscuridad que nos rodeaba.  El relato transcurría, nuestra cabeza cada vez iba pesando más y más; nosotros muy concentrados no desprendíamos la mirada del relator y cada vez alucinábamos más. Estas historias se  repetían de manera muy frecuente antes o después de la merienda, porque esa era la manera de mantenernos entretenidos y educarnos tradicionalmente, formarnos en valores y ser precavidos en la vida. Al término de las narraciones, nadie quería moverse a su cuarto a descansar, todos los menores querían que no los dejen solos, porque a su mente volvía los recuerdos sintiendo temor irreversible.
Un gran amigo me conto una de esas historias alucinantes que he tratado de recrear a través de esta líneas. En el pueblo  de Frías, en  tiempos cuando la luz de la hidroeléctrica de El Común alumbraba temporalmente solo cuando había lluvias de invierno, sucedió algo muy alucinante y fantasioso. Una noche como todas cuando solo alumbraban algunos mechones de las casitas de barro con techo de teja. Allá cuando el frío hacía tiritar a más de un parroquiano, que con su poncho de lana y su botella de cañazo se cobijaba en alguna esquina o rincón de las calles solitarias. La luz de las luciérnagas se notaba a penas en la negra noche que era envuelta por el manto de páramo que la hacía más terrorífica. En el pueblo solo se escuchaba algunos yaravíes y carcajadas a lo lejos de alguna cantina refundida.

A estas horas los pretendientes aprovechaban para visitar y conversar con su amada. Los jóvenes enamorados con tal de ver de manera ilícita o formal buscaban la forma de encontrarse con su amada,  logrando pasar muchos obstáculos y dejando de lado los recuerdos de miedo de su  niñez. Miguel, un joven enamorado tuvo que pasar el mayor susto de su vida que casi lo lleva a la locura. Después de haber compartido algunas copas de licor con sus amigos, se da cita a ver a su enamorada afuera de su casa. Junto a ella, pasó un grato momento, al parecer el dialogo se convertía más ameno ya que estaba sazonado por algunas copas de licor y las palabras de galanteo  se mezclaban junto al sonido de las gotas que caían del techo de teja se su casa. Ya cerca de las doce de la noche, el afortunado tuvo que retirarse por la calle desolada de siempre. Prendió la linterna y se despidió de su amada. En ese instante volvió a la realidad y a su instinto llegó un silbido muy fino penetrándole la cien. Volvieron a su mente esos recuerdos de las más alucinantes historias de terror que sus familiares y sus compañeros le platicaban  en largas conversaciones. El empezó a caminar por la bajada de la empedrada calle junto a los pircos que servían de vereda a las viejas casonas del pueblo. Conforme avanzaba los recuerdos se les hacían más pesados. El frío penetrante y la neblina tiritaban su delgado cuerpo. En la oscuridad de la noche solo se escuchaba el canto leve de los grillos, los aullidos lejanos de los perros callejeros y las pequeñas gotas que escurrían del techo de teja de las casuchas. Unas risas de niños que jugaban interrumpieron la luz de la linterna que alumbraba el empedrado y por querer investigar que sucedía la luz del foco se apagó y  ante tanta insistencia por hacerla funcionar la luz no respondía, intentando cada vez más nervioso prenderla. El pavor se apoderó más y más de Miguel que después de tanto intento la luz de la linterna prendió siguiendo su rumbo a la casa donde se encontraba de pensión. El camino parecía interminable, parece que había sido trasladado a otra dimensión. Después de algunos metros de caminata, Miguel de reojo alcanza a ver una sombra que hacía juego con la luz de la linterna, logró ver la forma de un niño y que cada vez se hacía más grande. Sin hacer caso a lo que sucedía sigue su camino dando pasos más largos y caminando cada vez más rápido; él sentía que lo seguían con ganas de enfrentarlo y él no miraba atrás.
A tanta insistencia y desesperadamente alcanza a alumbrar y ve que eran dos pequeñitos ensombrerados. Eran duendes, de los que tanto en su niñez le había hablado y que causaban mucha admiración y curiosidad. Como sabemos los duendes son espíritus de la naturaleza y son muy traviesos y les llama más la atención estar en contacto con los humanos, es por eso que se acercan más a nosotros y hay más experiencias y a través del tiempo se han convertido en fantásticas leyendas. Ellos suelen visitar nuestras casas, y si la energía de nuestros hogares les parece cómoda, podrían quedarse con nosotros. Los espíritus de la naturaleza y los seres del plano en el que habitan ellos se alimentan de la energía que emana los sentimientos de las personas, por lo que si en tu hogar hay malos sentimientos o pensamientos, atraerás seres que se sienten cómodos con esa energía, y pueden ser duendes que hacen travesuras bastante desagradables.

Miguel alcanzó a alumbrar y vio que tenían cara de adulto, su tez bastante arrugados, sus brazos y manos muy gruesas y aparentando semblante de querer llamar la atención de los parroquianos que deambulaban por las oscuras calles. Miguel instintivamente corrió desesperadamente dejando tirando la linterna y todo atrás. Tocó rápidamente la puerta de la pensión donde habitaba, los dueños abrieron  encontrando a Miguel pálido y botando espuma por la boca. Miguel deliraba y hablaba incoherencias queriendo contar lo sucedido. Los dueños rápidamente corrieron a traer agua bendita, agua de azahares y otros remedios para darle de beber. Miguel no respondía, solo seguía emitiendo sonidos no entendibles. Al poco rato el joven muchacho volvió en sí. Llegando a contar lo sucedido. Posteriormente Miguel solo iba a ver a su enamorada más temprano y regresaba antes de las horas pesadas. Esta historia es una de las tantas que han pasado en Frías, pueblo mágico y lleno de muchas historias y leyendas ancestrales y populares.

 

Leyenda del Conde de Frías

Los chinchacharas, Huamingas y Tujes, fueron etnias que antecedieron al pueblo friano; cada uno de ellos con características particulares; los primeros eran solidarios, colaborativos y muy pasivos, aferrados a la madre naturaleza y se dedicaban a la crianza de venados, auquénidos y otros animales silvestres, los cuales habían domesticado y cuidaban con tanto esmero; los Huamingas, sin embargo era un grupo cultural diestro en el dominio de armas y con temple de luchadores y expansionistas por excelencia, los mismos que tenían, como jefe a un gran curaca o Huaminja. Ellos vivían en armonía con su ambiente natural, ellos consideraban a la mamapacha como su protectora y al sol como su dios supremo.  Cada etnia vivía en su hábitat, cuyo territorio  era muy fructuoso y productivo, además contaba con un envidiable clima y paisajes exuberantes; ellos, eran dueño de muchas tierras, grandes riachuelos, enormes citanes y cascadas.

La fuerza del conquista española, se evidenció con las reducciones y evangelización de pueblos indígenas  serranos y yungas de Piura; habían tomado mucho auge la expansión; la participación de los corregidores y curas evangelizadores fue crucial. La creación de curatos, capillas y cofradías, fue la estrategia empleada para poder catolizar a los naturales; este fue el contexto para ir introduciendo la fervorosidad católica a través de los santos correlones, las vírgenes bondadosas, los “patroncitos” del pueblo. Las reducciones toledanas empezó con mayor auge en Piura a partir del año 1572, las mismas que habían tomado tal notoriedad, ya que los indios se resistían a abandonar sus huancas y cerros sagrados; ellos querían vivir junto a sus dioses el sol, la luna o quilla, las lagunas, las aves silvestres y sus casas hechas de barro, quincha y paja. Por aquellos tiempos hicieron su primera aparición los curas evangelizadores jesuitas, mercedarios y franciscanos.

Cuando los clanes Huamingas, Chincharas y otros de la parte baja de Serrán, habían sido reducidos, se les impuso a su santo patrón San Andrés, que al principio fue una estatuilla de mármol, y que después los nativos le hicieron un templo cerca de un ciénego y que posteriormente lo idolatraban con mucho fervor y algarabía, convirtiéndose en una de las fiestas patronales más importantes de la serranía piurana, incluso con paseo y sacrificio de cóndores, que cazaban en las alturas de la meseta andina.

En este contexto se ubica la leyenda de un gran personaje, que por problemas de salud tuvo que trasladarse al pueblo de San Andrés, pueblito que por disposición de las leyes toledanas los encomenderos tuvieron que conformar, a partir de clanes que se encontraban esparcidos y viviendo cerca de sus huacas y de la naturaleza, para poder curarse de una rara enfermedad. Según cuentan, que este personaje era un Conde muy adinerado, como se sabe que es un título nobiliario con el cual los monarcas o sus representantes dan su gratitud a algunas personas por su valentía. Para los godos españoles era alguien digno al cual le daban la confianza de guardar tesoros, palatino, etc. Militarmente su categoría era inferior a la de duque. El trato que reciben los nombrados con título de Conde, es el de Excelentísimo. A partir del siglo XIX quedo reducido a título puramente honorífico.

Según la leyenda, es poco lo que se conoce sobre este Conde;  no se sabe cuál era su nombre, como era físicamente, si tenía o no familia, cuál era su edad; solo se conoce que era de origen hispano, de un lugar llamado Frías, posiblemente de Albarracín, en España, y que por cuestiones del destino llegó a buscar fortuna en tierras peruanas y estando en Piura adquirió una enfermedad muy rara, algunos dicen que era tuberculosis. Sus médicos de cabecera le recomendaron un clima favorable para que pueda curarse.  Dicen que  durante la estadía en el pueblo y mientras se curaba, este hombre fue bastante misericordioso, generoso y benefactor con los pobladores. Empezó a organizar y ayudar a los indígenas, les ayudaba a diseñar la construcción de sus casas, como labrar y cultivar la tierra, como curar y criar sus animales, así como enseñarles algunos oficios, además les ayudaba económicamente y los defendía cuando sus derechos como arrendatarios les eran mancillados. Este personaje se ganó el respeto de todo el pueblo de San Andrés.

El Conde de Frías paralelamente a su labor benéfica realizaba su tratamiento médico con medicina científica y tradicional, en aquel pueblo. Cuentan que a pesar del tratamiento,  su mal, no tuvo mejoría; se dice que se consumió y decayó mucho y después de varios años de padecimiento murió. La tradición que se ha mantenido nos dice que este personaje compartía sus riquezas con ellos, incluso al momento de morir repartió su herencia y bienes entre los pobladores de San Andrés.

Los moradores sintieron mucho la muerte del Conde de Frías, ya que este personaje había sido bueno y caritativo con este pueblo. Los caciques y demás pobladores de manera mancomunada decidieron agregar Frías, al nombre actual, en agradecimiento a la generosidad del conde Español. Es decir que el pueblo pasó a llamarse, San Andrés de Frías, y es así como empiezan a regístralo en las diferentes crónicas y documentos coloniales, a partir de 1550 aproximadamente.

La leyenda de las propiedades curativas del pueblo de San Andrés de Frías, se seguía expandiendo desde muchos años atrás, siempre ha sido considerado como un pueblo mágico, religioso, curativo y muy atractivo para visitarlo debido a su ambiente y clima sano para curar diversos males. Es así que en el año de 1834, Teodoro de los Santos Fernández de Paredes y Noriega Carrión Gelder, hijo de Don Francisco Javier Fernández de Paredes y Noriega, último Marqués de Salinas, tuvo que trasladarse a este pueblo para tratar de curarse  de problemas pulmonares y de alcoholismo. Después de muchos esfuerzos por mejorar la salud del hijo del Márquez, no se pudo lograrlo, debido a que  estaba en la fase terminal y había  llegado demasiado tarde. Su padre, el Marqués,  después de su muerte tuvo tal desconsuelo por la pérdida de su único hijo, dicta la tradición, lo llevó a construir el cementerio que aún hoy conserva la ciudad de Piura, el cual, fue levantado para honrar la memoria y ganar el cielo para el joven Teodoro.

 La leyenda del Conde de Frías, se ha y trasmitido de generación en generación; son casi nulos los  vestigios y referencias bibliográficas que se han podido encontrar sobre este personaje. Son solo narraciones que en los últimos años han sido escritas en algunos archivos, pero no consideran otros datos con fundamento histórico y referencias bibliográficas. Se ha mantenido la leyenda de este gran Conde, a través de la oralidad y que en el tiempo siempre será recordado, no como un invasor español, sino un benefactor del pueblo de San Andrés.

La leyenda de la Shingaya

Lo que voy a narrar me lo conto un amigo, que casi le ha pasado de todo. No se si será verdad o mentira, lo cierto es que concuerda con esas tantas historias que la gente del alto Piura cuenta; esos relatos sobre duendes, fantasmas, muertos, el diablo, entre otros seres inimaginables, que parece ser cierto. Me causó total asombro escuchar por primera vez a mi compañero de trabajo decir: - Has escuchado hablar de la shingaya- Le dije que no. -¡Ah entonces no sabes nada me dijo!- Te voy a contar lo que me sucedió en Huarmaca cuando yo trabajaba con mi mujer en Hualapampa, un caserío cercano a la ciudad.

Un día con mis amigos me reuní, como de costumbre en Huarmaca, aprovechando el tiempo disponemos de tomarnos un trago para matar el tiempo y conversar algunas anécdotas de nuestra juventud y niñez. Entre copas y más compas  no me había dado cuenta que la noche estaba naciendo. Ya era tarde, las aves nocturnas empezaban a delirar y asustar a la vez con su cantar melancólico. La gente del pueblo se recogía aceleradamente a sus moradas, parece que sus instintos les avisaban que algo raro y terrorífico iba a suceder. A mi mente yacía el recuerdo de las historias de terror que por los alrededores de Huarmaca narraban, se me hacía un mundo pensar que por aquellos sitios alejados de la ciudad asustaban y era incrédulo a tan fascinantes narraciones. Mi esposa, era docente del caserío de Hualapampa y estaba muy lejos del lugar donde yo vivía, ella había viajado a la ciudad de Piura por tema de salud junto a mi hija. Yo tenía que retirarme a mi domicilio que quedaba a media hora del pueblo de Huarmaca. Entre seguro y desconfiado me encontraba, ya que tenía una vieja moto para trasladarme de manera rápida  a mi lugar y en mí, pensaba que llegaría rápido a mi destino. Nuevamente vino a mi memoria los discursos de aquellos ancianos que había conocido en alguna de mis fanfarreas  realizadas por aniversario de la escuela, tenga cuidado con la shilcaya, le sale a las personas que se meten con los familiares cercanos. Yo seguro que nada me pasaría seguí consumiendo el poco tiempo que me quedaba para partir con mis amigos y consumiendo algunas copas de licor.

La gente que me rodeaba animaba la poca fuerza y valor que me quedaba, pero después de otras copas me arme de valor, para seguir con mi camino. Era momento propicio para partir a mi hogar. Algo extraño sucedía, la vieja moto parecía que se había empeñado en que me haga más de la hora. La primera patada de arranque que le di, casi arranca mis huesos de la canilla derecha. Hice mucho esfuerzo y el motor parecía que se había confabulado con algún hechizo nocturno. La moto no prendía, al parecer no quería que me vaya a mi casa. Después de mucho tiempo de insistencia la moto arrancó, pero se apagó nuevamente. Creo que algo me avisaba y no lo quería aceptar. En ese rato volvieron a mis recuerdos las historias que me habían contado mis amigos y familiares. Armándome de valor le di una sorprendente patada y la moto arranco en un instante; sin despedirme de mis amigos salí muy rápido, camino a casa de un amigo para pedir posada y descansar y así viajar en la madrugada.

Cerca de las dos de la mañana y con los estragos del alcohol, emprendí mi viaje al caserío de Hualapampa. Ya en el camino a mi mente nuevamente se volcaban los recuerdos fantasiosos de la Shilcaya y otros duendes malévolos. La neblina densa hacía contraste con el oscuro manto  de la noche; por coincidencia ningún viajero pasaba por aquella carretera. La oscuridad había penetrado hasta en lo más profundo de mí ser, solo se veía a un metro de mi nariz, ya que la luz de la moto tampoco ayudaba en nada y tenía que manejar lentamente y evitar desbarrancarme en alguna de esas curvas peligrosas que por Huarmaca existen. Ya eran casi las tres de la madrugada, en una curva peligrosa, cerca de un enorme higuerón, al costado de ……..,la luz de la moto reflejó a lo lejos la luz de dos ojos muy rojos que se iban acercando más y más, yo pensé que de repente era un perro vagabundo u otro animal nocturno. El miedo empezó a filtrarse en mí, mi cabeza la sentía pesada haciendo que las ideas y pensamientos se junte y consuman en un solo en el ser del cual me habían contado. Era ella, la Shilcaya, aquel ser maligno que toma la forma de un animal y a veces se aparece con cuerpo de perro y cabeza de mujer conocida y se les aparece aquellas personas que conviven con algún familiar y que en otros lugares de la serranía piurana le llaman cawishos o diablos. Por los nervios la moto se apagó. El silenció invadió mi ser;  solo alumbraba el reflejo de sus ojos y su cuerpo era como un perro sin rabo de color tierra. Allí estaba babeando y sus ojos no dejaban de brillar cada vez más, se acercaba más y más  e iba tomando el tamaño y la apariencia de una vaca. Yo casi había perdido el conocimiento y todo tipo de control. Ese ser escalofriante y terrorífico empezó a dar gritos extraños, parecidos a los que dan los animales de la selva, sus gritos era como una mescla de dos animales. Fue tan grande mi pavor que me orine en el pantalón; yo sentía que mi cuerpo ya no resistía más, quería gritar, pero no podía, miraba a los alrededores y solo era penumbra y soledad. Estaba cerca de convertirme en uno de ellos y que me lleve a su guarida y posea mi espíritu y alma. Como se sabe, según la leyenda, a las personas que se les aparece la shilcaya, los consume y logra convertirlos en uno de esos seres terroríficos.  No sé de donde me salió fuerzas para acordarme de Dios, pensé en Jesucristo y eleve una oración; tome mucha fuerza y le di arranque a mi vieja motocicleta; por obra del señor prendió rápidamente y salí de aquel lugar. Mis manos frías y “engarrotadas” trataban de dar vuelta al acelerador y dar marcha aceleradamente. La moto se había enfriado y el sonido era Toc,toc,toc,… como que si la gasolina no subía al carburador. Mi experiencia como chofer motorizado hizo poner en práctica mi habilidad de conductor de mucho tiempo y aceleré totalmente, haciendo que el vehículo corra rápidamente. Apurado manejaba, que no volvía a mirar hacia atrás, solo miraba de reojo el reflejo del espejo retrovisor. Grande fue mi sorpresa al ver que mis ojos estaban muy rojos, parecía que brotaba sangre. Me encantó ese ser, fue lo que primero pensé y nuevamente el miedo quería apoderase de mí. Mi cabeza imaginaba muchas tonterías, recreaba caras de muchas personas extrañas, seres inimaginables, caras de payasos. Me encontraba aturdido, pero seguía manejando. Ya alejado muchos metros del lugar fui recobrando la noción y los estragos del licor habían desaparecido por completo. Volví a la normalidad y me di cuenta que me había hecho en mi pantalón, había sido muy grande el susto. Al poco rato con el miedo mermado llegué a mi destino.

No sé qué fue lo que salvó mi  vida, fue mi valor, las animas benditas que en el camino había o fue la ayuda de Dios, que hizo que me acercara más a él. Lo importante fue que el ser humano tiene una infinidad de poder interno que de alguna manera los exterioriza en los momentos difíciles. Seamos crédulos del señor y enmendemos nuestros errores. Hagamos el bien y profesemos que lo bueno y lo malo existe.

 .

Adaptada por Profesor. José C. Sánchez Troncos.

El citan encantado

Las creencias y supersticiones que tiene la gente  de los pueblos serranos de Piura, forman parte de su cultura y que vienen arraigando desde  tiempos atrás. La creencia en las huacas, lagunas, citanes y lugares encantados, le dan una forma tan real que coincide con muchas cosas y que hacen creer a más de una persona. Frías es un pueblo con expresiones culturales muy propias y que tiene mucho que contar.

A un costado del tradicional pueblo de Frías, a pocos minutos de camino, se encuentra un hermoso río nombrado por muchos como “El Citan Encantado”. Sobre aquel lugar se han contado y trasmitido muchos relatos e historias que hasta hoy causan mucho asombro. Aquel lugar está rodeado de frondosos higuerones, guayaquiles, carrizos y diversas hierbas curativas. Sus aguas son cristalinas en tiempo de verano y muy turbulentas en épocas de invierno, pero en si encierra un encantador misterio. Este lugar que en tiempos de la evangelización sirvió como requisito indispensable para que las familias descendientes de los conquistadores españoles se asentaran  por estas tierras y hacerlas producir adquiriendo riqueza con el trabajo gratuito de los naturales Huaminkas y Chincharas.

Sus aguas cristalinas que bañan sus riveras en tiempo de verano son muy refrescantes y la turbulencia de sus olas causa amenaza y terror. Estas características hacen que su nombre sea poco olvidado por la población. Sus carrizales y bambús, rodeados por rocas y forman pequeñas pozas naturales, atraen a millones de turistas convirtiéndolo en uno de los destinos más visitados de la región. Pero no es un río normal, pues su agua es salada y la mayor parte de su cauce fluye bajo el suelo. Quizás por esta razón muchas personas no lo consideran un río; pero otras sí e incluso dicen que está encantado. Los estruendos que emite el Citán en tiempos de invierno nos advierte que nadie debe enfrentarlo, porque su furia puede hacer perder la vida a más de un cristiano y hace que a lo lejos se escuche  los sonidos inconfundibles que dan a conocer la bravura de los espíritus que allí moran. En tiempo de verano su temperamento cambia totalmente, la pasividad y tranquilidad con que discurren sus aguas, forman una sinfónica con los sonidos de las aves  y la corriente pasiva de sus aguas. Sin embargo cuando ya la tarde se deja caer, es difícil que alguna persona se quede recogiendo agua, cortando leña o buscando hierbas medicinales, porque cuentan que en las hondonadas u holladas, donde crecen los temerosos higuerones sale la cosa mala encantándote y llevándote a su guarida.

A través del tiempo se ha trasmitido de manera oral una frase muy famosa y tradicional “si te bañas en el Citan, quedarás prendado de Frías, incluso te quedarás y casarás…  Esta creencia se escucha no solo en Frías, sino que la comentan en otros lugares, llegando a coincidir en algunos casos. Muchas personas que han visitado nuestro distrito de Frías ido a aquel lugar, se han bañado y con el tiempo se han sentido atraídos por la belleza de sus mujeres, el encanto de sus paisajes, la delicia de sus comidas, su clima saludable y gratificante. En la actualidad podemos comprobar que mucha gente ha emigrado por estos hermosos parajes a trabajar, los cuales se enamoraron  llegando a constituir una familia, podemos encontrar varias familias provenientes de los lugares aledaños del distrito como son Santo Domingo, Chalaco, Pacaipampa, Chulucanas entre otros lugares.

El carro fantasma

Los viajes cansados y agotadores de niños, mujeres y hombres eran interminables. Con la esperanza de conocer la ciudad, en busca de un futuro mejor, se trasladaban conjuntamente con los animales, en los pesados y lentos camiones “DOCHE”. El cansancio era inmenso de aquel viajero, la fatiga era penetrante y aún más se incrementaba cada vez que el chofer hacía su parada en algún restaurante de los caseríos, que ubicados al filo de la trocha, se convertían en locales de fanfarrea y comelona. Los carreros dueños amantes de más de un amor en cada lugar, hacían lo que se les antojaba y los pasajeros estaban supeditados a lo que ellos querían.

En aquellos tiempos donde el centro poblado de San Jorge era, sin lugar a duda, un pueblo endiosado por tener preferencia por casi todos los viajeros, así como contar con la vía de acceso más importante del distrito y porque en aquel lugar era obligación parar a tomar desayuno, almorzar o merendar y a veces calmar la sed con alguna cervecita. Allá por los años 80  por esa antigua trocha carrozable que une Chulucanas  con el centro poblado de  San Jorge  y el pueblo de Frías, fue testigo de un extraño y asombroso acontecimiento. En las empinadas curvas del cerro “El Tuno” lugar ubicado entre el caserío de Poclús y la quebrada que baja de la Cría y Naranjo. Wilo , era uno  más de esos “carreros” que transitaban por esa  antigua ruta y, era dueño de  un camión  color azul , el que  era  conducido por Concepción Chumacero Ambulay, natural de Quinchayo,  caserío  perteneciente al distrito de  Santo Domingo.

Este señor contaba que  cierto día se hizo muy tarde por fallas mecánicas, justamente por estas sólidas curvas del Tuno, y que es conocido por muchos por  su difícil y empinado acceso para subir en carro por la ruta. Aproximadamente llegando a la media noche, entre la inmensidad de la penumbra, unas luces resplandecientes alumbraban a lo lejos, al parecer eran de un carro que viajaba a toda prisa, formando revoltosas nubes  con  el  viento frio y el polvo  penetrante de la arcillosa carretera, al parecer como si se tratará de  un  fuerte remolino.  Cuando de pronto al acercarse a la segunda vuelta observaron la luz  que bajaba, casi por lo alto de la carretera y como esas curvas son muy cerradas casi no se puede dar pase a otro carro, entonces el plantó prudentemente el vehículo que conducía para que la otra movilidad que bajaba pasara sin ningún contratiempo. El asombro de los pasajeros colmo por varios minutos, esperando ver quiénes eran. Los viajeros esperaron pacientemente que pasara, de pronto solo se produjo una inmensa polvareda dejando muy oscuro el lugar y no vieron  carro alguno que bajaba, cuando se percataron todos los que viajan en el vehículo de Concepción que el otro carro pasaba por encima de ellos con las luces encendidas, como si se desbarrancara por aquellos abismos pedregosos. Un frío inmenso se apodero de sus cuerpos, seguido de olores nauseabundos sintiéndose mal los pasajeros  los cuales apuraron al chofer y le pidieron que salga  inmediatamente del lugar, pero por coincidencia el motor del carro se apagó y no encendía por más insistencia del conductor,  esperaron unas horas y el carro encendió  el motor, llegando a Frías en la madrugada muy asustados. Los  asustados pasajeros en el transcurso del viaje a cada momento se encomendaban a sus santos devotos y a la divina providencia.

El santo de camote

La idiosincrasia de un pueblo está basada en sus creencias y supersticiones que puede ponerlo de manifiesto a través de diversas expresiones. La cultura española nos dejó muchas herencias entre ellas la religión católica, sembrando dentro de ellos una gran  benevolencia por las sagradas imágenes y otras representaciones religiosas. El poblador serrano es fiel devoto de los santos e imágenes, se encomiendan con mucha fe y devoción para que los proteja de todo peligro, toda enfermedad y les vaya muy bien en sus cosechas. Son muchas las historias que se han contado y escrito respecto a las imágenes,  santos y los milagros que ellos han hecho.

Allá donde la mishka o maíz duro es el producto principal de aquel poblador de baja estatura, piel cobriza y de habla muy particular; aquel campesino que temporalmente emigra a la ciudad a vender remedios naturales y que dentro de su espiritualidad conserva una inmensa fe por el taita Dios. Esta historia nace en aquel contexto de fe, creencia y religiosidad. ¡Taitito Dios, dicen que ese santito de Frías es milagrosísimo! ¡Cada vez que hay sequia con una beteadita hace llover! Así dialogaba la esposa de un campesino, hombre humilde, trabajador y de fe profunda. Era el mes de noviembre la gente de la zona de Guayaquil y Misquiz preparaba con enorme fervor las ofrendas y hacían los preparativos para asistir a la última fiesta del año, la del patrón San Andresito  de Frías, ellos ya habían venido de la costa de vender sus hierbas medicinales, esas que recogen de las “holladitas” de los cerros cercanos, así mismo de vender el principal producto agrícola que habían cosechado en el mes de junio. La gente de aquellos lugares eran muy devotos del  patroncito San Andrés de Frías conocido por muchos como el “santito correlón” y que según la leyenda se había venido de Culcas y de las pampas de Parihuanás para que le hicieran su templo en las llanuras  a un costado del  bravo Citan, lugar donde los naturales  lo habían encontrado tocando sus campanitas.  Ellos necesitaban un santo a quien adorar y venerar, alguien quien los proteja  en la salud y en sus cosechas.

En unas de esas idas y venidas al pueblo de Frías, el humilde campesino se había hecho compadre de Don Cristóbal Lot Pintado Mejía, persona muy diestra en el oficio de la carpintería y su fama de buen escultor había trascendido a los lugares aledaños del distrito de Frías, También era el “sindico” de la tradicional  fiesta del santo patrón de Frías, el cual se encargaba de organizar las caza y paseo de cóndores, pelea de toros  y pelea de gallos. En cierta ocasión la gente de la tierra del maíz, necesitaba urgente a un santito y para ello tuvieron que recurrir  a  la persona idónea y que era ese gran famoso  señor, don Cristóbal. Muy de mañanita  el devoto encargado de gestionar aquel encargo con su burro cargado de un almud de maíz duro se presentó donde su compadre escultor para pedirle que le haga un trabajito especial.- Días de Dios compadrito – Que tal la familia - bien cumpita -  y que milagro por acá.  Acá he veniu a que me haga un trabajito - ¡Que será pues! – Allá en mi lugar necesitamos  un santito que nos haga milagritos y nos cuide en la salud y para que nuestras cosechas salgan bien. El devoto señor llevaba en su mente como debería ser su santo patrón. Le recomendó que sea de la mejor madera. –Quiero que el santito seya bien formal,  serio para que imponga respeto en la gente. El señor quería la estatua para un plazo aproximado de 20 días en la cual los gobernadores encargados de repartir la conserva y las tortillas azadas junto con su chicha de maíz ya tenían todo preparado. Es muy pronto compadrito, tengo mucho trabajo.  El encargado seguía insistiendo. -Don Cristóbal haga un esfuercito, por vida suyita. Ante tanta insistencia el escultor acepto el encargo. Pasaron los días y el madero seguía esperando; el tiempo en que el encargo tenía que ser recogido, aún no estaba listo. Cuentan algunos que el síndico se le había presentado diversas dificultades y no pudo cumplir con el encargo. Dicen que el día pactado para tal obra había llegado y para cumplir se le ocurrió  tallar el santito en uno de esos grandes camotes que solía cosechar en una de sus chacras. Empezó a tallarlo y lo hizo rápidamente con todas las características que le habían recomendado, lo pinto incluso le hizo su base de madera para que se sostenga, estaba listo para que sea llevado a su lugar.

En el tiempo acordado, el “propio” llego muy tempranito a casa de Don Lot y con otro almud de maíz para ser obsequiado a cambio del favor concedido. -Díasdedios cumpita, aquí he venido a recoger mi encarguito, como usted sabe que la fiestecita ya está cerquita.-Compadrito su encargo está listo pero tiene que llevarlo con mucho cuidado no lo vaya a meter en bolsa porque se puede malograr. –No se preocupe. Y ¿Cuánto le debo? -No es nada cumpita, suficiente con el maicito. Ya en el lugar el santito fue ubicado en un sitio especial para ser venerado. Cuentan que la mujer todos los días le hacía oración y le imploraba por su familia. Después de varios días, la mujer del encargado de la fiesta pudo observar algo muy extraño y corre rápidamente y le cuenta asombrada a su esposo: Juancito el santito está vivo porque parece que está llorando y hasta se mueve. Los dueños de aquella falsa imagen se habían asombrado mucho. En uno de esas ocasiones los esposos llegaron a comprobar que dentro del cuerpo de aquel santito había estado comiendo un enorme roedor. El compadre muy molesto y desilusionado regresó al pueblo a reclamarle a don Cristóbal. El compadre le explicó que por la premura del tiempo y como ya se había comprometido, para salir del apuro le hizo el santito de camote.

Esta anécdota aún es recordada por la gente del pueblo en las reuniones de amigos con la finalidad de pasar un momento de alegría.

El exilio de  Marcos de la Croux
En el año de 1978 la actual comunidad campesina “José Olaya” de Silahuá era una comarca que formaba parte  de la sociedad  agrícola Yapatera, cuyos  dominios se extendían desde la costa hasta la Meseta  Andina de Frías. Este lugar estaba rodeado por majestuosos paisajes, hermosas lagunas e envidiables invernas, las mismas que alimentaban a más de un ganado.
 
Esta historia  es el  fruto  de la experiencia vivida por Quiteria Yamoca,  humilde provinciana que emigra  en busca de fortuna ,a Lima desde su  natal  Ramada Grande, caserío ubicado en el sector de Silahuá y que se caracteriza por sus montañas  de bosque  seco y espinoso, donde alberga diversidad de animales silvestres como zorros, cachules y muchas aves. Este relato encierra un claro mensaje y que tiene que ver con el impacto que causan los años de sequía en la vida del hombre y de los animales.  Quiteria  por el azar del destino entrega su corazón a un marino francés llamado Pietro de la Croux  que luego de idas y venidas al viejo continente (Europa), procrearon tres vástagos hijos entre ellos, Marcos de la Croux. El amor de marinero causo profunda decepción  en la humilde campesina. Aquella muchacha fue abandonada a su suerte, quedando convertida en una madre soltera la cual quedó imposibilitada de trabajar como doméstica por el número de hijos que tenía en casa de la familia López de la Romaña. No le quedó más remedio que retornar a su tierra de origen Ramada Grande donde por suerte aún tenía vivos a sus padres, los que muy a pesar de todo la recibieron con buen agrado y le brindaron calor familiar.
 
Para mala suerte en esos tiempos eran años de mucha sequía y los cultivos no  eran buenos ¿Qué hacer? tres niños hambrientos y sin que darles de comer. Quiteria pensaba y pensaba, ya  la solución estaba en su mente, vendería el primogénito Marcos, al señor Santos Guerrero, quien vivía en el caserío de Méjico ubicado en la Meseta  Andina. En aquel entonces existía un viejo camino que partiendo de la costa de Yapatera  atravesaba por el costado de Panecillo y avanzando cerro adentro hasta llegar a Ramada Grande y Ramada Chica, pasando por Cahingará, entrando por Cachiriz, Llegaba a Méjico, donde vivía Santos Guerrero, un ganadero  que tenía a su cargo más de un centenar de ovejas, y  que justamente a él sería vendido el niño Marco de la Croux Yamoca, para que sea el nuevo peón.
 
Aquel fatídico 13 de septiembre el viento y el sol resecaban la  hojarasca seca, emprendió su camino atravesando lomas, bosques, quebradas y cerros. Marco, tristemente miraba a su entorno, tal vez  pensaría que nunca más volvería a ver la tierra de su madre ni  la enorme y conglomerada capital. Ya en la planicie de los altos, el fuerte viento  resecaba la piel  de los desdichados visitantes, el cantar triste de las aves parecían augurar el triste destino que le esperaba al pequeño. Después de las tres de la tarde, sudorosos y muy sedientos llegaron a su destino, Quiteria miraba con tristeza las bellas facciones de su desdichado hijo, el cual no volvería ver nunca más.
 
Ya en la casa de santos Guerrero, fueron bien recibidos y  el pago no se hizo esperar, medio saco de trigo, medio saco de arvejas, medio saco de papas que el mismo santo envió de regreso a sus peones  junto con Quiteria hasta Ramada Grande. Por su lado Marco engrosaría el grupo de ovejas. Muy pronto aprendió el oficio  de cuidador de ovinos, pero así mismo  empezaron a venir  los sufrimientos. Durante varios años tuvo que aguantar, muchos castigos y crueldades por parte de su patrón.
 
Después de seis años de sufrimiento, el muchachuelo  se había convertido en todo  un jovencito .Un día decidió  escapar, ya que no soportaba más la tortura física y psicológica a la que era sometido y fue así que aquel rebelde adolescente escapó del infierno en que vivía, resultando perdido en las tupidas montañas del cerro Huaycas, ubicado en Santo Domingo, el cual lo  recibió de cualquier manera.
 
Marcos ya joven prestaba facciones delgadas, el cabello corto y castaño y pronto impresionó a una linda lugareña del caserío de Ñoma con la que se acompañó y tuvo sus dos hermosos hijos. En las tardes y noches de melancolía recitaba constantemente el refrán; -No todo lo que tocas es plata, ni todo lo que el monte tiene es órgano, ni todo lo que brilla es oro.
 
Efectivamente las apariencias engañan la crianza forma nuestro carácter, es así que el desafortunado joven  se había convertido en un psicópata y pronto sus manifestaciones no se hicieron esperar, ya que constantemente a su esposa la maltrataba, la torturaba, la cual optó por abandonarlo junto a sus dos menores hijos.
 
Marco había perdido el sentido de su vida, no le importaba nada , viajaba errante como un infeliz y siempre lamentaba su mala suerte y versaba aquellas frases: ¡Madre mía ¡yo no te culpo de lo que hiciste conmigo!, pero si me inclino  a mi vieja Pachamama (tierra Sagrada) que nunca me negaste el fruto de tus entrañas, esto lo hacía irguiéndose cuán largo era él ,alzando sus brazos ,abriendo la palma de sus manos y luego se inclinaba hasta el suelo besaba la tierra y se entristecía.

El jardín Encantado del Cerro Huamingas

                Bajo los poderes de los inmensos y poderosos cerros guardianes se tejen muchas historias fascinantes. Todavía cuentan que por aquellos “apus” misteriosos deambulan y moran espíritus malignos y encantadores de los gentiles, aquellos que ofrendaron sus vidas y sus tesoros  a las montañas que tenían por dioses y que en pago  al poder sobre natural que dotaron a sus antiguos caciques y jefes curacas. Aquellos patriarcas que valiéndose de su hechicería lograron conducir por el camino del bien a sus subordinados. Poderosos cerros que imponen más que temor, un enorme respeto y adoración. Los encantos que irradian cada uno de las elevaciones rocosas se han enraizado en las memorias de más de un poblador.

- ¡Hay que pagarle a esa huaca, ese cerro es bravo, ya ha encantado a varios, otras personas las han encontrado votando espuma por la boca- dicen que son los espíritus de los gentiles que cuidan celosamente los tesoros los espanta fierísimo y que poco a poco los va consumiendo y los va matando! Así decían nuestros antiguos y aún siguen contando la gente  supersticiosa de aquellos lugares sagrados que en un tiempo atrás, para nuestros antepasados, fueron sus dioses protectores. El hombre fiel a la madre tierra, diariamente con esfuerzo y trabajo  logra extraer el fruto de sus entrañas, así mismo creyente en el enorme poder que guardan los cerros o “apus”, se inclina  pagándole y a la vez respetando a los grandes espíritus que por allí moran.

            Desafiando los espíritus de las montañas, un grupo de jóvenes deciden escalar al poderoso cerro huamingas, lugar famoso por su difícil acceso a la cima,  por las rocas enormes con que cuenta sus faldas y que en tiempos anteriores fue utilizado por los  valientes huaminkas  como fortaleza militar para defenderse de sus enemigos, así mismo  posteriormente fue guarida de las famosas “ montoneras” , grupo de valientes hombres que lucharon por defender los derechos del campesinado y sirvieron como resistencia frente a la invasión chilena en tierras frianas. Varios muchachos ansiosos y deseosos de escalar la parte alta del cerro avanzaban sudorosos llevando en su mente un único objetivo la de llegar a la cúspide y constatar lo que la gente decía sobre aquella fortaleza. 

            En ese grupo de jóvenes había dos muchachos que se caracterizaban por sus habilidades motrices sorprendentes, tenían una capacidad de velocidad y resistencia envidiable, de la cual quisieron probarla cuan cierto era. Entre ellos surgió la idea de competir y ver cuál era el mejor, proponiendo quien llegaría primero a la copa de la fortaleza. Cuentan que uno de ellos tomo la delantera, avanzando muy rápido de manera sorprendente, como ayudado por una fuerza extraña. El segundo muchacho quedó atrás  sentándose a descansar, aprovechando para esperar a sus demás compañeros, después  de varios minutos, al verlos les conto la apuesta que habían hecho. El muchacho por varios minutos no aparecía y sus amigos deciden ir en busca de él, el cual lo encontraron desmayado  tirado en el suelo botando espuma por la boca. Sus compañeros lo llevaron al pueblo, pero por el camino iba disvariando en sus ideas, le dieron varios remedios, incluso llevaron algunos “curiosos” para que lo cure del susto pero no lograron volverlo a la normalidad.

            Dice la gente que este muchacho desde ese momento cambio rotundamente su vida, él vivía enfermo siempre, las habilidades de buen deportista las perdió, incluso poco a poco fue perdiendo la razón Algunas personas cuentan  que fue obra y castigo del cerro. La leyenda  cuenta que en la cima del cerro Huamingas existe un hermoso jardín encantado con flores exuberantes, de diversos  y  raros colores, muy bellas y que aquel que lo llegue a ver quedará encantado. Otros explican este hecho que existe algún enorme tesoro dejado por nuestros antiguos y que los espíritus lo cuidan celosamente. Personas más supersticiosas dicen que para entrar a este cerro se le debe pagar a los espíritus guardianes con tabaco, flores, comida, entre otras cosas y así de esta manera puedan conceder el permiso y no les suceda nada malo. Los muchachos al no haber hecho el ritual al cerro uno de ellos fue castigado.

El encanto del cerro Negro

               En un lugar de la Meseta Andina, por las alturas de  Frías, cuentan la historia de un hombre llamado Alfredo Córdova, él tenía un solo hijo llamado Pedro, era menor de edad. Se dice que este señor compró un terreno ubicado en  el Cerro Negro, lugar muy conocido por los encantos y lagunas curativas y plantas medicinales allí existentes. Aqui una parte  iba a ser utilizado para sembrar y otra para criar sus animales. Pedro, el primogénito y único hijo  había escuchado a personas mayores, que  para utilizar esas tierras, tenía que pagarle  a los espíritus del” Apu” con un toro, agua florida, olores  y polvos de los más finos, tabú, agua cananga, caña china y jugo de lima y que de no hacer esto el cerro podría encantar a su hijo, pero don Alfredo era testarudo y no hizo caso pronunciando lo siguiente: ¡Yo no creo en esa cosas carajo! ¡Son tonterías! , son cosas  de la antigüedad y yo solo creo en mis propias ideas, así que no me estés molestando  ni me quites el tiempo con tonterías carajo ¡Ya sabes! El niño se retiró tristemente pensando en las palabras de su progenitor le  había dicho.

             Las faenas siguieron de manera normal y después de algunos meses los siembros  estaban grandes y  necesitaban de mucho cuidado. Un día don Alfredo le dijo a su hijo: ¡Pedro hoy tienes que ir al terreno a cuidar los siembros y los animales¡ por que se ha sabido que por la zona se encuentran algunos abigeos, ¡Ah!,  ¡ iras solo porque yo estaré ocupado recibiendo una visita de mis compadres que vienen a los tiempos¡.  El niño se resistió a ir solo por temor a lo que en una ocasión había escuchado, pero el malvado padre lo obligó con amenazas y quiera o no Pedro se marchó a hacer lo encomendado. La tarde  expendía su  oscuro y tétrico manto, parecía proteger alguna alma en pena; el viento entonaba sus silbidos tenebrosos  el cual era acompasado por un frío fatal. El niño sintió mucho miedo acordándose de las escalofriantes historias y al mismo tiempo se llenaba de valentía, al saber que su padre lo recriminaría con mucho rigor sino cumplía con lo encomendado. Caminando con paso firme pensaba en su futuro, de pronto una melodiosa y fina voz lo saco de su pensamiento y escuchó  que le decían: ¡Ven! ¡Ven! ¡Ven! , aquí tendrás muchas cosas buenas que te van a gustar. El niño estaba siendo encantado por  los grandes espíritus de aquel misterioso cerro. Pedro se acercó presuroso y vio muchas cosas hermosas: mucha comida y otros niños que jugaban alegremente en un hermoso jardín. Cuentan que Pedro fue presa fácil del encantamiento, se internó fácilmente logrando caer en el encanto de cerro Negro.

             Cuando la penumbra copo en su totalidad todo el lugar y Pedro no aparecía  don Alfredo se preocupó mucho y al día  siguiente partió presuroso a buscar a su hijo, pero grande fue su sorpresa al no encontrarlo por ningún lado, en forma desesperada comenzó a llamarlo: ¡Pedro! ¡Pedrito! ¡Hijo de mi vida!, ¿Dónde estás?, así seguía gritando en forma desesperada, sus gritos agitados fueron escuchados por un compadre que estaba por el lugar, el cual se acercó y le dijo  si Pedrito no aparecía es porque había sido encantado por el cerro Negro. Don Alfredo alzo el llanto inconsolable y se recriminaba por no haberle hecho caso a su hijo, pero ya era demasiado tarde.

             El amor de padre movió a don Alfredo y quiso comprobar el mencionado encanto y raudo subió a lo alto del Cerro Negro y vio a su hijo completamente desnudo que jugaba  por ahí como un animalito salvaje. El niño al ver a su padre con voz tierna pero lleno de rencor le dijo: ¡Papá si me hubieras hecho caso nada de esto estuviera pasando! y tristemente se perdió en la maleza del cerro encantado. Don Alfredo no pudo hacer nada, solamente lloraba inconsolablemente con mucha tristeza sintiéndose culpable.  Cuentan los abuelitos que hasta ahora se escucha el canto triste y lastimero de un niño dentro y por los alrededores del cerro;  otras personas  versan que en noches de luna llena han encontrado a la media noche a un niño completamente desnudo que deambula por la zona llorando y recriminando a su padre por no haberle hecho caso.

¡Hay cucos malos!

                Es deprimente ver invadida nuestra patria por gente extraña, mirar desde la impotencia como soldados desconocidos abusan de nuestra gente humilde, pidiendo como cupos de guerra animales y productos que con tanto esfuerzo han logrado tener. No es fácil aceptar que ante la ineptitud de nuestras autoridades derramen su sangre muchos compatriotas aguerridos. No debemos aceptar que nunca más mancillen nuestro honor gente que no comparte nuestros mismos símbolos  y riquezas.

Durante el tiempo que se realizó la guerra con el país sureño sucedieron muchos acontecimientos, muchas vidas de mujeres, hombres y niños se sacrificaron para no ver a su patria invadida y mutilada por las fuerzas chilenas. Con ese gran espíritu de peruanidad enfrentábamos cada día a los invasores, aunque con menor capacidad bélica, pero enfrentábamos la situación. Dentro de este marco sucede un acontecimiento que hasta la fecha se ha trasmitido y que enaltece a más de un friano.

Allá por los años 1883, cuando los chilenos invadieron la serranía de Piura al mando del general Torres, el cual era un jefe déspota y sin sentimientos, hacía los que se le  antojaba en todo pueblo que entraba, pedía que le sacrificarán algún animal para calmar el hambre de sus soldados, en otros casos más abusivos agarraba a la fuerza a cual mujer  se le presentase. Las tropas  que iban en busca de cupos de guerra no les interesaban  el sufrimiento que causaban. La gente de Frías ya habían tenido noticias que por la zona de Santo Domingo y Chalaco valientes hombres se habían enfrentado quedando muchas bajas en ambas partes, los Chalaqueños habían luchado fuertemente en la famosa “quebrada de la guerra”, de la cual había salido airosos, haciendo  temblar a las tropas sureñas.

             Los fríanos  al mando de Don Lorenzo Córdova Mejía habían formado las famosas “montoneras”, que con hondas o guaracas, machetes, palanas, chavetas, incluso algunos con carabinas y enormes rocas, se atrincheraron estratégicamente en las faldas de los cerros de Mastrante, letreros y Yapiay, lugares ubicados a pocos minutos del pueblo de Frías. Junto con otros hombres  se alistaron para el combate como don Ricardo Alvarado, Zoilo Castillo, Santos Jara Sebastián Siancas,  y  su esposa Gertrudis  Erazo, Manuel Monje, Parcemón Aguilar, Plácido Córdova, Marcos García, Manuel Berrú, Juan Campos Córdova,  y su hermano de madre Pilar Julca Córdova y muchos otros hombres valientes.  Los valerosos hombres hicieron retroceder a los invasores.

            Airado  por el revés sufrido, el coronel Carvallo, dispuso un destacamento de 300 efectivos de infantería y caballería, al mando del capitán Torres, partieron a someter a los valientes fríanos. Ante las fuerzas superiores a sus efectivos, los fríanos se retiraron al interior de sus montañas permaneciendo en el pueblo un reducido grupo de habitantes.

            Sin resistencia alguna, el 30 de setiembre de 1883, el comandante Torres y sus soldados ingresaron al pueblo, lo saquearon, no respetaron ni siquiera el templo de San Andrés de Frías, a los hombres y mujeres que permanecieron en él los sometieron a humillaciones vergonzosas. Versiones que hasta se cuentan encerradas en la tradición  dicen que Don Sebastián Siancas, natural de este pueblo, fue hecho prisionero y cierto  día en que su esposa se dirigía a la iglesia para verlo, fue hecha prisionera y llevada ante un oficial chileno para ser ultrajada. Ante  este hecho la señora Gertrudis  llena de ira, aplica una certera puñalada en el abdomen del oficial, quien muere en el acto; los chilenos como represalia, fusilan en la puerta de la parroquia a don Sebastián Siancas  y a su esposa.

            Fueron muchas cosas que sucedieron durante la estadía de los chilenos en nuestra tierra, la guarnición se había acuartelado en el antiguo templo, hecho de enormes adobes y techado por la roja y tradicional teja. En otra ocasión sucedió algo muy singular, cuentan que un señor de apellido Vaca, por temor a que fuera apresado, se había escondido en el templo del pueblo, detrás del  altar  mayor donde se encontraba la imagen del patrón San Andrés, cuando un  soldado chileno  se dirigía a  profanar la “Custodia” de oro y otros objetos de valor, no pudieron por lo que el temeroso  señor se puso muy nerviosos al pensar que alguna cosa mala le pasaría y el altar empezó a  moverse, dándole la impresión que los santos se habían enfurecido por los actos que estaban cometiendo; el chileno al ver esto dijo: -¡Dios está molesto, no hagamos esto¡ ¡Hay cucos malos!  Y es así que se libra la custodia y el humilde señor Vaca.

            Durante el lapso que los chilenos habitaron en el pueblo de San Andrés cometieron muchos crímenes, llegando a causar muertes de muchos niños. Los pobladores dicen enterraron muchos cuerpos de niños inofensivos y hasta hoy sus almas en pena buscan el descanso eterno y otros adoptan el cuerpo de pequeños y  traviesos adultos que les gusta jugar con los niños que no han recibido el agüita bendita, ni han sido bautizados. Personas adultas dicen que por la parte donde se encuentra la casa de las hermanas religiosas, casi toda esa manzana, antiguamente fue un cementerio provisional que los chilenos utilizaron.

            Versiones que se han trasmitido de manera oral  dicen que después de mucho tiempo los chilenos se retiraron del pueblo San Andrés de Frías y en el trayecto a la ciudad de Chulucanas una familia de apellido Palacios, que se dedicaba a la venta de chicha de jora, había preparado un  poco de bebida con veneno la cual les dio de beber a los chilenos y para que no sospechen ellos también bebieron, muriendo así  los invasores y la familia Palacios. Aun son recordados por su gran sacrificio y hazaña en honor a su patria el Perú.