domingo, 24 de enero de 2016


El encanto del cerro Negro

               En un lugar de la Meseta Andina, por las alturas de  Frías, cuentan la historia de un hombre llamado Alfredo Córdova, él tenía un solo hijo llamado Pedro, era menor de edad. Se dice que este señor compró un terreno ubicado en  el Cerro Negro, lugar muy conocido por los encantos y lagunas curativas y plantas medicinales allí existentes. Aqui una parte  iba a ser utilizado para sembrar y otra para criar sus animales. Pedro, el primogénito y único hijo  había escuchado a personas mayores, que  para utilizar esas tierras, tenía que pagarle  a los espíritus del” Apu” con un toro, agua florida, olores  y polvos de los más finos, tabú, agua cananga, caña china y jugo de lima y que de no hacer esto el cerro podría encantar a su hijo, pero don Alfredo era testarudo y no hizo caso pronunciando lo siguiente: ¡Yo no creo en esa cosas carajo! ¡Son tonterías! , son cosas  de la antigüedad y yo solo creo en mis propias ideas, así que no me estés molestando  ni me quites el tiempo con tonterías carajo ¡Ya sabes! El niño se retiró tristemente pensando en las palabras de su progenitor le  había dicho.

             Las faenas siguieron de manera normal y después de algunos meses los siembros  estaban grandes y  necesitaban de mucho cuidado. Un día don Alfredo le dijo a su hijo: ¡Pedro hoy tienes que ir al terreno a cuidar los siembros y los animales¡ por que se ha sabido que por la zona se encuentran algunos abigeos, ¡Ah!,  ¡ iras solo porque yo estaré ocupado recibiendo una visita de mis compadres que vienen a los tiempos¡.  El niño se resistió a ir solo por temor a lo que en una ocasión había escuchado, pero el malvado padre lo obligó con amenazas y quiera o no Pedro se marchó a hacer lo encomendado. La tarde  expendía su  oscuro y tétrico manto, parecía proteger alguna alma en pena; el viento entonaba sus silbidos tenebrosos  el cual era acompasado por un frío fatal. El niño sintió mucho miedo acordándose de las escalofriantes historias y al mismo tiempo se llenaba de valentía, al saber que su padre lo recriminaría con mucho rigor sino cumplía con lo encomendado. Caminando con paso firme pensaba en su futuro, de pronto una melodiosa y fina voz lo saco de su pensamiento y escuchó  que le decían: ¡Ven! ¡Ven! ¡Ven! , aquí tendrás muchas cosas buenas que te van a gustar. El niño estaba siendo encantado por  los grandes espíritus de aquel misterioso cerro. Pedro se acercó presuroso y vio muchas cosas hermosas: mucha comida y otros niños que jugaban alegremente en un hermoso jardín. Cuentan que Pedro fue presa fácil del encantamiento, se internó fácilmente logrando caer en el encanto de cerro Negro.

             Cuando la penumbra copo en su totalidad todo el lugar y Pedro no aparecía  don Alfredo se preocupó mucho y al día  siguiente partió presuroso a buscar a su hijo, pero grande fue su sorpresa al no encontrarlo por ningún lado, en forma desesperada comenzó a llamarlo: ¡Pedro! ¡Pedrito! ¡Hijo de mi vida!, ¿Dónde estás?, así seguía gritando en forma desesperada, sus gritos agitados fueron escuchados por un compadre que estaba por el lugar, el cual se acercó y le dijo  si Pedrito no aparecía es porque había sido encantado por el cerro Negro. Don Alfredo alzo el llanto inconsolable y se recriminaba por no haberle hecho caso a su hijo, pero ya era demasiado tarde.

             El amor de padre movió a don Alfredo y quiso comprobar el mencionado encanto y raudo subió a lo alto del Cerro Negro y vio a su hijo completamente desnudo que jugaba  por ahí como un animalito salvaje. El niño al ver a su padre con voz tierna pero lleno de rencor le dijo: ¡Papá si me hubieras hecho caso nada de esto estuviera pasando! y tristemente se perdió en la maleza del cerro encantado. Don Alfredo no pudo hacer nada, solamente lloraba inconsolablemente con mucha tristeza sintiéndose culpable.  Cuentan los abuelitos que hasta ahora se escucha el canto triste y lastimero de un niño dentro y por los alrededores del cerro;  otras personas  versan que en noches de luna llena han encontrado a la media noche a un niño completamente desnudo que deambula por la zona llorando y recriminando a su padre por no haberle hecho caso.

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