El
encanto del cerro Negro
En un lugar de la Meseta Andina, por las alturas
de Frías, cuentan la historia de un
hombre llamado Alfredo Córdova, él tenía un solo hijo llamado Pedro,
era menor de edad. Se dice que este señor compró un terreno ubicado en el Cerro Negro, lugar muy conocido por
los encantos y lagunas curativas y plantas medicinales allí existentes. Aqui
una parte iba a ser utilizado para
sembrar y otra para criar sus animales. Pedro, el primogénito y único hijo había escuchado a personas mayores, que para utilizar esas tierras, tenía que pagarle a los espíritus del” Apu” con un toro, agua
florida, olores y polvos de los más
finos, tabú, agua cananga, caña china y jugo de lima y que de no hacer esto el
cerro podría encantar a su hijo, pero don Alfredo era testarudo y no hizo caso
pronunciando lo siguiente: ¡Yo no creo en esa cosas carajo! ¡Son tonterías! ,
son cosas de la antigüedad y yo solo
creo en mis propias ideas, así que no me estés molestando ni me quites el tiempo con tonterías carajo
¡Ya sabes! El niño se retiró tristemente pensando en las palabras de su
progenitor le había dicho.
Las faenas siguieron de manera normal y después
de algunos meses los siembros estaban
grandes y necesitaban de mucho cuidado.
Un día don Alfredo le dijo a su hijo: ¡Pedro hoy tienes que ir al terreno a
cuidar los siembros y los animales¡ por que se ha sabido que por la zona se
encuentran algunos abigeos, ¡Ah!, ¡ iras
solo porque yo estaré ocupado recibiendo una visita de mis compadres que vienen
a los tiempos¡. El niño se resistió a ir
solo por temor a lo que en una ocasión había escuchado, pero el malvado padre
lo obligó con amenazas y quiera o no Pedro se marchó a hacer lo encomendado. La
tarde expendía su oscuro y tétrico manto, parecía proteger
alguna alma en pena; el viento entonaba sus silbidos tenebrosos el cual era acompasado por un frío fatal. El
niño sintió mucho miedo acordándose de las escalofriantes historias y al mismo
tiempo se llenaba de valentía, al saber que su padre lo recriminaría con mucho
rigor sino cumplía con lo encomendado. Caminando con paso firme pensaba en su
futuro, de pronto una melodiosa y fina voz lo saco de su pensamiento y escuchó que le decían: ¡Ven! ¡Ven! ¡Ven! , aquí
tendrás muchas cosas buenas que te van a gustar. El niño estaba siendo
encantado por los grandes espíritus de
aquel misterioso cerro. Pedro se acercó presuroso y vio muchas cosas hermosas:
mucha comida y otros niños que jugaban alegremente en un hermoso jardín. Cuentan
que Pedro fue presa fácil del encantamiento, se internó fácilmente logrando
caer en el encanto de cerro Negro.
Cuando la penumbra copo en su totalidad todo
el lugar y Pedro no aparecía don Alfredo
se preocupó mucho y al día siguiente
partió presuroso a buscar a su hijo, pero grande fue su sorpresa al no
encontrarlo por ningún lado, en forma desesperada comenzó a llamarlo: ¡Pedro!
¡Pedrito! ¡Hijo de mi vida!, ¿Dónde estás?, así seguía gritando en forma
desesperada, sus gritos agitados fueron escuchados por un compadre que estaba
por el lugar, el cual se acercó y le dijo
si Pedrito no aparecía es porque había sido encantado por el cerro
Negro. Don Alfredo alzo el llanto inconsolable y se recriminaba por no haberle
hecho caso a su hijo, pero ya era demasiado tarde.
El amor de padre movió a don Alfredo y quiso
comprobar el mencionado encanto y raudo subió a lo alto del Cerro
Negro y vio a su hijo completamente desnudo que jugaba por ahí como un animalito salvaje. El niño al
ver a su padre con voz tierna pero lleno de rencor le dijo: ¡Papá si me
hubieras hecho caso nada de esto estuviera pasando! y tristemente se perdió en
la maleza del cerro encantado. Don Alfredo no pudo hacer nada, solamente
lloraba inconsolablemente con mucha tristeza sintiéndose culpable. Cuentan los abuelitos que hasta ahora se
escucha el canto triste y lastimero de un niño dentro y por los alrededores del
cerro; otras personas versan que en noches de luna llena
han encontrado a la media noche a un niño completamente desnudo que deambula
por la zona llorando y recriminando a su padre por no haberle hecho caso.
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