El perol encantado
Un día del mes de setiembre, entre el silbido del chílalo, el susurro triste de la paloma y
el vuelo silencioso de la huacaca, un pastor
evangélico de manera sigilosa, llegó al caserío de Limón en el distrito de Frías, según él a predicar
la palabra de Dios. Después de varios días
de predica fue testigo presencial de un hecho muy extraño
en el momento que lavaba su indumentaria en una de aquellas de esas lagunas de
un río cercano. La gente más longeva de aquel lugar ya relataba que por esos lares
aparecía un perol de oro que los
antiguos habían enterrado, estaba encantado y que misteriosamente se le
presentaba a más de un poblador.
Un campesino como los demás, había criado con tanto esmero durante mucho
tiempo una chancha de color blanco. Uno de esos días había llegado la hora de
sacrificarla y prepararla con mote, yucas y guineos; así mismo hacer las ricas
rellenas y asentarlo con una tasa de guarapo y una copa de cañazo. Para mala suerte el animal le salió
enferma con una de esas raras enfermedades llamada triquina, que son unos
pequeños parásitos que moran dentro del cerebro y dentro del cuerpo del animal,
si la gente consume su carne se contagia rápidamente y con el tiempo la hace
convulsionar. No teniendo más remedio el lugareño cargó con su animal muerto, pensando cada instante en
el gran gasto que había hecho por engordarlo al porcino. El animal fue arrojado
a las torrentosas aguas del río, el dueño solo miraba como los aletazos del
agua la arrastraban hacia las pedregosas y turbulentas corrientes. Paralelamente
mientras sucedía este triste acontecimiento, aguas abajo el pastor se encontraba lavando sus prendas de vestir en una de aquellas encantadas laguna y vio muy
aterrado que
venía un bulto blanco por encima de las turbulentas aguas, como si caminase sobre algo duro, se
asustó mucho, llegando a su mente que muchas cosas malas y que algo raro
sucedería, de inmediato se arrodillo, levantó sus brazos al firmamento y
cerrando los ojos comenzó a orar en voz alta. Por coincidencia, el animal muerto desapareció hundiéndose bajo la
creciente, no dejando señal alguna de su existencia. El pastor muy asustado de
inmediato alzó sus pertenencias y huyó de aquel lugar y llevando consigo la
idea de que por esas aguas asustaban los encantos y espíritus de las quebradas.
Después de algunos años por aquellos lugares se presentó una
inclemente sequía, esas que a cualquier
morador y animal silvestre hace padecer, no había agua por ningún lado,
solamente resumía de aquella
laguna, fiel testigo de aquel hecho insólito, todas las personas del lugar se acercaban
cautelosamente a recoger agua hasta que el líquido elemental se agotó totalmente. Grande fue la sorpresa de los moradores cuando ante sus ojos
apareció un enorme perol de oro, el cual generó un comentario grande y que fue extendido por todos los lugares aledaños al
caserío del Limón. La información llegó a los oídos de un hombre muy
ambicioso que tenía ansias de poder y
riqueza. Éste ingeniosamente planificó la forma de cómo sacar el perol del hueco que había
quedado como herencia de aquella laguna. Un día el avaro hombre se fue al río
llevando una yunta de toros, se
introdujo cautelosamente en el fondo del hoyo y amarró fuertemente de las orejas del recipiente con grandes y
dobles betas, que son cuerdas
hechas con cuero de res, y antes de que
saliera, como por arte de magia se cerró el hueco quedando sepultado aquel
hombre junto con su ambición, los gritos de desesperación y dolor se dejaban
escuchar, los mismos que azoraron a los pájaros que descansaban en sus nidos.
El pastor evangélico que había tomado
por costumbre vigilar al perol pensando que algún día se adueñaría de él, vio
muy asustado lo que sucedió y al regresar al caserío contó a todos los moradores
todo lo que él había visto, en ese instante allí nomás emprendió el viaje de
regreso a su tierra, no volviendo nunca
más por aquellos encantados lugares de Limón y sus alrededores. Un
anciano conocedor de ello comentaba que sus abuelos le contaron que en aquella
laguna siempre aparecía un enorme perol de oro y aquella persona que lo profanara lo pagaría
con su vida.
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