domingo, 24 de enero de 2016


El perol encantado

    

          Un día del mes de setiembre, entre el silbido  del chílalo, el susurro triste de la paloma y el vuelo silencioso de la huacaca, un pastor evangélico de manera sigilosa, llegó al caserío de Limón en el distrito de Frías, según él a predicar la palabra de Dios. Después de varios días de predica  fue testigo presencial de un hecho muy extraño en el momento que lavaba su indumentaria en una de aquellas de esas lagunas de un río cercano. La gente más longeva de aquel lugar ya relataba que por esos lares aparecía  un perol de oro que los antiguos habían enterrado, estaba encantado y que misteriosamente se le presentaba a más de un poblador.

 

Un campesino como los demás, había criado con tanto esmero durante mucho tiempo una chancha de color blanco. Uno de esos días había llegado la hora de sacrificarla y prepararla con mote, yucas y guineos; así mismo hacer las ricas rellenas y asentarlo con una tasa de guarapo y una copa de cañazo. Para mala suerte el animal le salió  enferma con una de esas raras enfermedades llamada triquina, que son unos pequeños parásitos que moran dentro del cerebro y dentro del cuerpo del animal, si la gente consume su carne se contagia rápidamente y con el tiempo la hace convulsionar. No teniendo más remedio el lugareño cargó con su animal muerto, pensando cada instante en el gran gasto que había hecho por engordarlo al porcino. El animal fue arrojado a las torrentosas aguas del río, el dueño solo miraba como los aletazos del agua la arrastraban hacia las pedregosas y turbulentas corrientes. Paralelamente mientras sucedía este triste acontecimiento, aguas abajo el pastor se encontraba lavando sus prendas de vestir en una de aquellas encantadas laguna y vio muy aterrado  que venía un bulto blanco por encima de las turbulentas aguas, como si caminase sobre algo duro, se asustó mucho, llegando a su mente que muchas cosas malas y que algo raro sucedería, de inmediato se arrodillo, levantó sus brazos al firmamento y cerrando los ojos comenzó a orar en voz alta. Por coincidencia, el animal muerto desapareció hundiéndose bajo la creciente, no dejando señal alguna de su existencia. El pastor muy asustado de inmediato alzó sus pertenencias y huyó de aquel lugar y llevando consigo la idea de que por esas aguas asustaban los  encantos y espíritus de las quebradas.

 

       Después de algunos años por aquellos lugares se presentó una inclemente sequía,  esas que a cualquier morador y animal silvestre hace padecer, no había agua por ningún lado, solamente resumía  de aquella laguna, fiel testigo de aquel hecho insólito, todas las personas del lugar se acercaban cautelosamente a recoger agua hasta que el líquido elemental se agotó totalmente. Grande fue la sorpresa de los moradores cuando ante sus ojos apareció un enorme perol de oro, el cual generó un comentario grande y que fue extendido por todos los lugares aledaños al caserío del Limón. La información llegó a los oídos de un hombre muy ambicioso  que tenía ansias de poder y riqueza. Éste ingeniosamente planificó la forma de cómo sacar el perol del hueco que había quedado como herencia de aquella laguna. Un día el avaro hombre se fue al río llevando una  yunta de toros, se introdujo cautelosamente en el fondo del hoyo y amarró fuertemente  de las orejas del recipiente con grandes y dobles betas,  que son cuerdas hechas con cuero de res,  y antes de que saliera, como por arte de magia se cerró el hueco quedando sepultado aquel hombre junto con su ambición, los gritos de desesperación y dolor se dejaban escuchar, los mismos que azoraron a los pájaros  que descansaban en sus nidos.

 

       El pastor evangélico que había tomado por costumbre vigilar al perol pensando que algún día se adueñaría de él, vio muy asustado lo que sucedió y al regresar al caserío contó a todos los moradores todo lo que él había visto, en ese instante allí nomás emprendió el viaje de regreso a su tierra, no volviendo nunca  más por aquellos encantados lugares de Limón y sus alrededores. Un anciano conocedor de ello comentaba que sus abuelos le contaron que en aquella laguna siempre aparecía un enorme perol de oro  y aquella persona que lo profanara lo pagaría con su vida.

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