domingo, 24 de enero de 2016


Leyenda del Conde de Frías

Los chinchacharas, Huamingas y Tujes, fueron etnias que antecedieron al pueblo friano; cada uno de ellos con características particulares; los primeros eran solidarios, colaborativos y muy pasivos, aferrados a la madre naturaleza y se dedicaban a la crianza de venados, auquénidos y otros animales silvestres, los cuales habían domesticado y cuidaban con tanto esmero; los Huamingas, sin embargo era un grupo cultural diestro en el dominio de armas y con temple de luchadores y expansionistas por excelencia, los mismos que tenían, como jefe a un gran curaca o Huaminja. Ellos vivían en armonía con su ambiente natural, ellos consideraban a la mamapacha como su protectora y al sol como su dios supremo.  Cada etnia vivía en su hábitat, cuyo territorio  era muy fructuoso y productivo, además contaba con un envidiable clima y paisajes exuberantes; ellos, eran dueño de muchas tierras, grandes riachuelos, enormes citanes y cascadas.

La fuerza del conquista española, se evidenció con las reducciones y evangelización de pueblos indígenas  serranos y yungas de Piura; habían tomado mucho auge la expansión; la participación de los corregidores y curas evangelizadores fue crucial. La creación de curatos, capillas y cofradías, fue la estrategia empleada para poder catolizar a los naturales; este fue el contexto para ir introduciendo la fervorosidad católica a través de los santos correlones, las vírgenes bondadosas, los “patroncitos” del pueblo. Las reducciones toledanas empezó con mayor auge en Piura a partir del año 1572, las mismas que habían tomado tal notoriedad, ya que los indios se resistían a abandonar sus huancas y cerros sagrados; ellos querían vivir junto a sus dioses el sol, la luna o quilla, las lagunas, las aves silvestres y sus casas hechas de barro, quincha y paja. Por aquellos tiempos hicieron su primera aparición los curas evangelizadores jesuitas, mercedarios y franciscanos.

Cuando los clanes Huamingas, Chincharas y otros de la parte baja de Serrán, habían sido reducidos, se les impuso a su santo patrón San Andrés, que al principio fue una estatuilla de mármol, y que después los nativos le hicieron un templo cerca de un ciénego y que posteriormente lo idolatraban con mucho fervor y algarabía, convirtiéndose en una de las fiestas patronales más importantes de la serranía piurana, incluso con paseo y sacrificio de cóndores, que cazaban en las alturas de la meseta andina.

En este contexto se ubica la leyenda de un gran personaje, que por problemas de salud tuvo que trasladarse al pueblo de San Andrés, pueblito que por disposición de las leyes toledanas los encomenderos tuvieron que conformar, a partir de clanes que se encontraban esparcidos y viviendo cerca de sus huacas y de la naturaleza, para poder curarse de una rara enfermedad. Según cuentan, que este personaje era un Conde muy adinerado, como se sabe que es un título nobiliario con el cual los monarcas o sus representantes dan su gratitud a algunas personas por su valentía. Para los godos españoles era alguien digno al cual le daban la confianza de guardar tesoros, palatino, etc. Militarmente su categoría era inferior a la de duque. El trato que reciben los nombrados con título de Conde, es el de Excelentísimo. A partir del siglo XIX quedo reducido a título puramente honorífico.

Según la leyenda, es poco lo que se conoce sobre este Conde;  no se sabe cuál era su nombre, como era físicamente, si tenía o no familia, cuál era su edad; solo se conoce que era de origen hispano, de un lugar llamado Frías, posiblemente de Albarracín, en España, y que por cuestiones del destino llegó a buscar fortuna en tierras peruanas y estando en Piura adquirió una enfermedad muy rara, algunos dicen que era tuberculosis. Sus médicos de cabecera le recomendaron un clima favorable para que pueda curarse.  Dicen que  durante la estadía en el pueblo y mientras se curaba, este hombre fue bastante misericordioso, generoso y benefactor con los pobladores. Empezó a organizar y ayudar a los indígenas, les ayudaba a diseñar la construcción de sus casas, como labrar y cultivar la tierra, como curar y criar sus animales, así como enseñarles algunos oficios, además les ayudaba económicamente y los defendía cuando sus derechos como arrendatarios les eran mancillados. Este personaje se ganó el respeto de todo el pueblo de San Andrés.

El Conde de Frías paralelamente a su labor benéfica realizaba su tratamiento médico con medicina científica y tradicional, en aquel pueblo. Cuentan que a pesar del tratamiento,  su mal, no tuvo mejoría; se dice que se consumió y decayó mucho y después de varios años de padecimiento murió. La tradición que se ha mantenido nos dice que este personaje compartía sus riquezas con ellos, incluso al momento de morir repartió su herencia y bienes entre los pobladores de San Andrés.

Los moradores sintieron mucho la muerte del Conde de Frías, ya que este personaje había sido bueno y caritativo con este pueblo. Los caciques y demás pobladores de manera mancomunada decidieron agregar Frías, al nombre actual, en agradecimiento a la generosidad del conde Español. Es decir que el pueblo pasó a llamarse, San Andrés de Frías, y es así como empiezan a regístralo en las diferentes crónicas y documentos coloniales, a partir de 1550 aproximadamente.

La leyenda de las propiedades curativas del pueblo de San Andrés de Frías, se seguía expandiendo desde muchos años atrás, siempre ha sido considerado como un pueblo mágico, religioso, curativo y muy atractivo para visitarlo debido a su ambiente y clima sano para curar diversos males. Es así que en el año de 1834, Teodoro de los Santos Fernández de Paredes y Noriega Carrión Gelder, hijo de Don Francisco Javier Fernández de Paredes y Noriega, último Marqués de Salinas, tuvo que trasladarse a este pueblo para tratar de curarse  de problemas pulmonares y de alcoholismo. Después de muchos esfuerzos por mejorar la salud del hijo del Márquez, no se pudo lograrlo, debido a que  estaba en la fase terminal y había  llegado demasiado tarde. Su padre, el Marqués,  después de su muerte tuvo tal desconsuelo por la pérdida de su único hijo, dicta la tradición, lo llevó a construir el cementerio que aún hoy conserva la ciudad de Piura, el cual, fue levantado para honrar la memoria y ganar el cielo para el joven Teodoro.

 La leyenda del Conde de Frías, se ha y trasmitido de generación en generación; son casi nulos los  vestigios y referencias bibliográficas que se han podido encontrar sobre este personaje. Son solo narraciones que en los últimos años han sido escritas en algunos archivos, pero no consideran otros datos con fundamento histórico y referencias bibliográficas. Se ha mantenido la leyenda de este gran Conde, a través de la oralidad y que en el tiempo siempre será recordado, no como un invasor español, sino un benefactor del pueblo de San Andrés.

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