domingo, 24 de enero de 2016


El santo de camote

La idiosincrasia de un pueblo está basada en sus creencias y supersticiones que puede ponerlo de manifiesto a través de diversas expresiones. La cultura española nos dejó muchas herencias entre ellas la religión católica, sembrando dentro de ellos una gran  benevolencia por las sagradas imágenes y otras representaciones religiosas. El poblador serrano es fiel devoto de los santos e imágenes, se encomiendan con mucha fe y devoción para que los proteja de todo peligro, toda enfermedad y les vaya muy bien en sus cosechas. Son muchas las historias que se han contado y escrito respecto a las imágenes,  santos y los milagros que ellos han hecho.

Allá donde la mishka o maíz duro es el producto principal de aquel poblador de baja estatura, piel cobriza y de habla muy particular; aquel campesino que temporalmente emigra a la ciudad a vender remedios naturales y que dentro de su espiritualidad conserva una inmensa fe por el taita Dios. Esta historia nace en aquel contexto de fe, creencia y religiosidad. ¡Taitito Dios, dicen que ese santito de Frías es milagrosísimo! ¡Cada vez que hay sequia con una beteadita hace llover! Así dialogaba la esposa de un campesino, hombre humilde, trabajador y de fe profunda. Era el mes de noviembre la gente de la zona de Guayaquil y Misquiz preparaba con enorme fervor las ofrendas y hacían los preparativos para asistir a la última fiesta del año, la del patrón San Andresito  de Frías, ellos ya habían venido de la costa de vender sus hierbas medicinales, esas que recogen de las “holladitas” de los cerros cercanos, así mismo de vender el principal producto agrícola que habían cosechado en el mes de junio. La gente de aquellos lugares eran muy devotos del  patroncito San Andrés de Frías conocido por muchos como el “santito correlón” y que según la leyenda se había venido de Culcas y de las pampas de Parihuanás para que le hicieran su templo en las llanuras  a un costado del  bravo Citan, lugar donde los naturales  lo habían encontrado tocando sus campanitas.  Ellos necesitaban un santo a quien adorar y venerar, alguien quien los proteja  en la salud y en sus cosechas.

En unas de esas idas y venidas al pueblo de Frías, el humilde campesino se había hecho compadre de Don Cristóbal Lot Pintado Mejía, persona muy diestra en el oficio de la carpintería y su fama de buen escultor había trascendido a los lugares aledaños del distrito de Frías, También era el “sindico” de la tradicional  fiesta del santo patrón de Frías, el cual se encargaba de organizar las caza y paseo de cóndores, pelea de toros  y pelea de gallos. En cierta ocasión la gente de la tierra del maíz, necesitaba urgente a un santito y para ello tuvieron que recurrir  a  la persona idónea y que era ese gran famoso  señor, don Cristóbal. Muy de mañanita  el devoto encargado de gestionar aquel encargo con su burro cargado de un almud de maíz duro se presentó donde su compadre escultor para pedirle que le haga un trabajito especial.- Días de Dios compadrito – Que tal la familia - bien cumpita -  y que milagro por acá.  Acá he veniu a que me haga un trabajito - ¡Que será pues! – Allá en mi lugar necesitamos  un santito que nos haga milagritos y nos cuide en la salud y para que nuestras cosechas salgan bien. El devoto señor llevaba en su mente como debería ser su santo patrón. Le recomendó que sea de la mejor madera. –Quiero que el santito seya bien formal,  serio para que imponga respeto en la gente. El señor quería la estatua para un plazo aproximado de 20 días en la cual los gobernadores encargados de repartir la conserva y las tortillas azadas junto con su chicha de maíz ya tenían todo preparado. Es muy pronto compadrito, tengo mucho trabajo.  El encargado seguía insistiendo. -Don Cristóbal haga un esfuercito, por vida suyita. Ante tanta insistencia el escultor acepto el encargo. Pasaron los días y el madero seguía esperando; el tiempo en que el encargo tenía que ser recogido, aún no estaba listo. Cuentan algunos que el síndico se le había presentado diversas dificultades y no pudo cumplir con el encargo. Dicen que el día pactado para tal obra había llegado y para cumplir se le ocurrió  tallar el santito en uno de esos grandes camotes que solía cosechar en una de sus chacras. Empezó a tallarlo y lo hizo rápidamente con todas las características que le habían recomendado, lo pinto incluso le hizo su base de madera para que se sostenga, estaba listo para que sea llevado a su lugar.

En el tiempo acordado, el “propio” llego muy tempranito a casa de Don Lot y con otro almud de maíz para ser obsequiado a cambio del favor concedido. -Díasdedios cumpita, aquí he venido a recoger mi encarguito, como usted sabe que la fiestecita ya está cerquita.-Compadrito su encargo está listo pero tiene que llevarlo con mucho cuidado no lo vaya a meter en bolsa porque se puede malograr. –No se preocupe. Y ¿Cuánto le debo? -No es nada cumpita, suficiente con el maicito. Ya en el lugar el santito fue ubicado en un sitio especial para ser venerado. Cuentan que la mujer todos los días le hacía oración y le imploraba por su familia. Después de varios días, la mujer del encargado de la fiesta pudo observar algo muy extraño y corre rápidamente y le cuenta asombrada a su esposo: Juancito el santito está vivo porque parece que está llorando y hasta se mueve. Los dueños de aquella falsa imagen se habían asombrado mucho. En uno de esas ocasiones los esposos llegaron a comprobar que dentro del cuerpo de aquel santito había estado comiendo un enorme roedor. El compadre muy molesto y desilusionado regresó al pueblo a reclamarle a don Cristóbal. El compadre le explicó que por la premura del tiempo y como ya se había comprometido, para salir del apuro le hizo el santito de camote.

Esta anécdota aún es recordada por la gente del pueblo en las reuniones de amigos con la finalidad de pasar un momento de alegría.

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