domingo, 24 de enero de 2016


La Maldición de Frías

                En épocas donde los familiares de los conquistadores empezaron a repartirse las propiedades y  tierras colonizadas, aquella época donde los curas evangelizadores iban asentando la fe cristiana y sellando el símbolo del cristianismo en las cimas de las huacas y poderosos “apús”, imponiendo el triunfo del catolicismo sobre la gente idolatra que encontraron viviendo por grupos y esparcida por nuestros virginales territorios. Allá cuando los descendientes de españoles se habían compenetrado con los naturales, incluso se habían comprometido con alguna indígena; cuando los curas hacían uso de su poder religioso para ir incrementando sus propiedades y valerse de los naturales como peones, para aumentar su fortuna.

Cuentan  que en tiempos pasados trabajaba en Frías el señor José Hilario Ahumada León, sacerdote Cajamarquino, descendiente de padres españoles, que durante su estadía por tierras frianas había acumulado muchas propiedades. Don Ahumada había solicitado un apoyo para realizar las actividades religiosas, es así como responden a su solicitud y le envían un sacerdote del hermano país del Ecuador, al cual lo llamaban Inter. Este sacerdote se iba a encargar de las celebraciones religiosas de la ciudad; mientras que don José Hilario, sacerdote responsable de la Parroquia de Frías atendía sus propiedades en el caserío de Pampa Grande  y San Antonio.        

             El pueblo de Frías recibió con beneplácito al sacerdote ecuatoriano, el cual se compenetró  fácilmente con los parroquianos de ese entonces, pasaban los días y este sacerdote demostraba conocimiento y dedicación a su  Misión Pastoral dentro de la comunidad cristiana de Frías. En una oportunidad fue invitado por algunos pobladores a  una celebración de cumpleaños terminando ésta en el consumo de bebidas alcohólicas y es aquí que el sacerdote pone de manifiesto sus tendencias manflóricos (homosexuales) besando a los hombres, sentándose en las faldas e invitándolos a realizar cosas pecaminosas, al ver estas malas conductas, los moradores por respeto al sacerdote, no soportaba tan raro comportamiento optaban por retirarse del lugar para evitar mayor compromiso.

Un día de parranda este sacerdote completamente borracho se encuentra por la noche con un nieto del cura José Hilario, al cual lo acosa con sus malsanas costumbres. Este nieto del cura llamado Manuel Ahumada aconsejó al curita, pero este no le hacía caso e insistía en su afán de besarlo. El cura insistía en su mal comportamiento y es el momento en que Manuel Ahumada se sale de la rectitud y el respeto y saca una verbena de toro , la cual es un látigo hecho con el miembro viril del toro torcido y secado al sol, y empieza a azotarlo profiriendo frases como: -¡cura de mi…a mí no vas a venir a besarme carajo!,- ¡tú eres hombre como yo! y lo castigaba con mucha ira por todo el cuerpo llegando a desgarrarle todas sus vestiduras. El curita lloraba y clamaba -¡Manualito ya no me castigues!,- ¡Déjame que así habrá sido mi mala suerte!, pero el castigo no cesaba; hasta que para suerte del cura, por  ahí unos borrachos que pasaban cerca del lugar ,se compadecieron y con decisión defendieron al humillado cura.

            Cuando ya se habían calmado los ánimos el curita adolorido y en tono lloroso profiere algunas frases de despecho y  maldición -¡A donde iras Manualito por todo lo que me has castigado! ¡Con tus mismas manos te vas a quitar la vida y envuelto en tu propia sangre te van a encontrar!.... A eso Manuel responde  -¡A mí no me vas a venir  a asustar con esas palabras, más bien agradece a estas personas si no te hubiese rajado el “espinazo” a beta carajo!

            A su regreso el señor cura José Hilario Ahumada enterado de todo lo sucedido  tomó la decisión de enviar de retorno a su tierra  al Inter (sacerdote) acompañado de un par  de “propios” o peones (moradores del lugar) los que a su regreso contaron que en el lugar conocido como “El salto del Fraile” hoy conocido como “Mata Mulas”, camino de herradura a la Meseta Andina, este sacerdote con voz airosa y de venganza lanzó unas frases, que en el fondo expresaban angustia, dolor y maldición hacia el pueblo de Frías -¡Pobre pueblo! ¡Ingrato!, ¡es así como me has pagado! ¡Siempre vivirás en el atraso! ¡Nadie logrará tu progreso, hagan lo que hagan! El enardecido y humillado curita, lanzó palabras malditas para este pueblo que lo acogió con tanto cariño.

            El tiempo siguió pasando inexorablemente y Manuel Ahumada se compromete con una mujer muy bella, llegando a enamorarse profundamente, la cual  pactó quedarse con él  para quererlo y acompañarlo toda la vida. Cuentan que por cosas del destino alguien se metió y desanimó a su pretendiente mujer y cuando Manuel fue a verla para cumplir el compromiso, no la encontró, sólo supo que se había marchado con otro. Manuel en ese momento llegó a pensar en las palabras malditas profanadas por el curita ecuatoriano; él se sintió el hombre más infeliz del mundo y empezó a sumirse en el alcohol, volviéndose un borracho empedernido.

            Uno de esos días que menos se piensa, cuando el cura se preparaba para recibir a lo grande una visita, Manuel llegó a su casa luego de una borrachera más, y ya  estando en su cuarto le llegó el recuerdo de la mujer que más amaba y que lo engañó,  en esos instantes se escuchó un fuerte balazo, sus familiares corrieron presurosos a la habitación de donde salió el ruido, grande fue la sorpresa al encontrar el cuerpo de Manuel en el piso de la habitación bañado en su misma sangre. La gente murmuraba y decía que se había cumplido la maldición del cura.

            Fue entonces que José Hilario lleno de cólera ordenó que el cadáver de Manuel no fuera enterrado en tierra santa, sino más bien como un perro, ya que había malogrado su visita y le había quitado el poder a Dios de quitarse la vida. Desde esa época la gente cree que la maldición hecha por éste cura al pueblo de Frías se ésta cumpliendo y se cumplirá como se cumplió con Manuel Ahumada. La casa donde sucedió la muerte de Manuel Ahumada se encuentra en la calle Piura como un muro testigo de tan fatal decisión. Hoy esa casa es habitada por las hermanas Maristas de la parroquia San Andrés de Frías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario